Autor: Onelio Jorge Cardoso. Nació en Calabazar de Sagua, 11 de mayo de 1914, Las Villas. Murió en La Habana, 29 de mayo de 1986); fue un buen cuentista cubano. Fuente: Ecured.cu
CABALLITO BLANCO.
La cosa es que el niño estaba enfermo de un mal de pie o de pierna que lo tenía impedido de caminar. Así pues, se pasaba el tiempo mirando por la ventana abierta dar vueltas al carrusel y oyendo su música alegre del otro lado de la calle.
Veía los corcelitos pasar
corriendo, desbocados, las bocas rojas de grandes dientes blancos y las crines
de madera sueltas al viento. Foto: Spanish Réplicas.
De modo tal que le fue tomando
tanta simpatía al caballito, que no hubo tarde que no lo mirara ni noche que no
soñara con él. Y, precisamente, una de esas noches en que estaba soñando,
sintió un fuerte resoplido junto a la ventana, ¡brrrrr!, y despertó sorprendido
por los ojos del caballito que lo miraban.
—Oye, ¿qué te parece si damos una
vueltecita por el campo? —dijo, y el niño se sintió tan contento que le saltó
el corazón de alegría.
— ¡Ahora mismo! dijo… Pues monta, respondió el caballito. Pero de
repente el niño se contuvo: Es que la
pierna… el pie… Mi tía dice que hay que esperar.
—Bueno —contestó el corcelito
blanco—, si te alegra, ¿qué daño puede hacerte?
— ¿Tú crees? Tal vez puede que sea así. —Entonces no perdamos más
tiempo. Salta y monta, que viene el día.
Y así lo hizo el muchacho, más
contento que nunca y oyendo en la noche el galope del caballito que golpeaba
las calles de la ciudad.
Claro, que hay que ver lo que es
el nacimiento del día cuando queda aún alguna estrella demorada en el cielo. Y
luego, cuando la mañana se va desprendiendo de las nubes, con su pupila de
colores bonitos. Estas
cosas son más lindas de ver que de contar; y eso fue lo primero que
asombró al muchachito, ya en pleno campo, al amanecer, cuando el caballito se
detuvo resoplando.
— ¿Qué te parece? — ¡Qué estrellas más altas y más limpias! ¡Pero se van borrando!
—No lo creas del todo. Mira bien,
abajo. Se han quedado en las de las hierbas. — ¿En las hojas? —El rocío, mira bien. —Es verdad. Brillan igual.
—Y con el mismo sol de siempre.
El sol de anoche en otro sitio del cielo. Ahora, en cuanto suba la luz, se
pondrán los pájaros a cantar que da gusto. Cada quien del monte irá a sus
cosas. Hasta los caracoles; los verás con sus tarritos afuera, andando por los
caminos para atender sus asuntos.
—Es muy lindo. —Y ahora, observa por entre mis orejas y dime qué
ves.
—Un río, y grande. —Pues vamos a cruzarlo. — ¿Cómo? ¡Si no sé nadar!
—Yo nadaré por ti. Tú sigue
montado y verás que ahorita llegamos a la otra orilla.
—Pero… espérate, que hay una dificultad… — ¿Cuál?
—Que si me mojo el pie… la pierna… porque mi tía siempre dice…
—Bueno, si te gusta la otra
orilla no puede hacerte daño. — ¿Aunque
me moje en parte? —Aunque te mojes todo. —Bien, si tú lo dices, entonces vamos.
Había allí un monte de guayabas y
un batallón de cotorras comiendo de ellas.
— ¿Y eso qué es? — preguntó el niño riendo. — ¿Esa?, esa es la gente
más conversadora del monte —dijo el caballito—. No se sabe el tiempo que pasan
hablando tonterías, pero hacen falta porque alegran el aire con sus colores.
—Pues mira que son graciosas. —Con tal que no le pongas atención a
todo lo que dicen, graciosas son.
Y el niño, que se llamaba
Alejandro, y que no hemos dicho su nombre porque el caballito no necesitaba
preguntárselo, se echó a reír abiertamente con el asunto de las cotorras y,
después, al volver la cabeza, vio al caballito que, arqueando el cuello, le
ofrecía un ramo llenito de guayabas maduras.
—Esto, ¿se come? — Diente con diente toda la que quieras.
Alejandro tomó en sus manos las
guayabas, y cuando ya iba a morderlas, de nuevo se contuvo. — ¿Y si son ácidas?, — ¿Qué?
—No, que no sé. Tal vez la digestión, porque mi tía dice que si… —Si
te gusta su aroma, te gusta su carne. Ningún daño te hará. Prueba.
Y le supieron a gloria las
guayabas con semillas y todo. También el caballo, a su vez, comió guayabas, y
Alejandro oyó, por primera vez, ese agradable rumor a boca cerrada que hacen
los caballos cuando mastican algún alimento que necesitan triturar.
Luego bebió el corcelito en el
río, y el niño mirando de
qué modo tan interesante sube el agua por el cuello de los caballos en forma de
pelotas que se siguen unas a otras, detrás de la piel.
—Bueno, monta que nos vamos. —Pero, ¿ya de regreso? ¿Tan pronto se acaba
todo? —dijo Alejandro, y el corcelito blanco, soltando un alegre relincho,
que era su risa natural, dijo: —No, todavía. Hay mucho que ver y apenas ha
empezado el sol. Así que trepa.
—Pero, ¿a dónde vamos? —preguntó Alejandro. Y el caballito, por
primera vez, echando atrás las orejas, dijo: —Cuando estés contento que no te
importe a dónde vayas. —Bien, llévame a
donde quiera que vayas. Y echó a correr el corcelito blanco que daba gusto
su carrera.
Sonaba el viento en los oídos de
Alejandro como cuando hay ciclón (borrasca) y el aire silba en los alambres.
Agarrado fuertemente a las crines, miraba viendo venir el camino a toda
velocidad, cerrado de monte bonito y de algunas ramas que pasaban sobre su
cabeza, obligándolo a agacharse a tiempo para no ser golpeado.
Y así estuvieron, corre que te
corre, hasta que fue disminuyendo el galope, porque ahora el camino subía como
si quisiera desembocar en las nubes.
— ¿A dónde vamos? —gritó Alejandro para ser oído, y el caballito, sin
detenerse, volvió la cabeza: —Arriba. A la montaña, y si hubiera camino, a
mucho más.
Alejandro se sonrió contento, y
como ya no era tanta la carrera, empezó a mirar a los lados. A la izquierda el
río se iba quedando allá, donde estuvieron, y a la derecha la tierra,
creciendo, aprisionando piedras y raíces que salían al camino.
— ¡Oye, se ve el río como un cinto de plata! —Espera y lo verás como
un cordelito en el suelo. Ciérrate
el cuello que allá hace frío. — ¿Me
hará daño? —Ninguno.
—Entonces, ¿para qué cerrármelo? Además, estoy agarrado a la crin, ¿con
qué manos? —Empiezas a entender y yo me he vuelto tonto.
Y, corre que te corre, siguieron
hasta que al fin, bañado en espumoso sudor, el caballito blanco se detuvo en lo
alto de la montaña. — Salta al suelo y mira —dijo.
Pero era tan hermoso el paisaje,
que no tuvo que decírselo dos veces. De un salto, Alejandro se desmontó y fue
hasta el borde de la montaña a mirar abajo.
¡Qué verde tan intenso tan
distante! Un hombre iba por allá, por su camino, chiquito como una pulga a lomo
de su caballo, pequeño como un grillo. Y el río, efectivamente, era un
cordelito de plata que curvaba entre los árboles. Pero lo que más llamó la
atención de Alejandro fue una nube perezosa que venía moviéndose más debajo de
la montaña.
— ¡Cómo! ¡Somos más altos que las nubes! —Ya lo estás mirando —dijo
el caballito.
—No, no puede ser. Siempre las nubes le quedan a uno por encima de la
cabeza.
—Bueno, siempre que uno no se
decida a sobrepasarlas. ¿No has volado nunca en avión? —No, nunca, ¿y tú?
— ¡Hombre, Alejandro! ¿Quién ha
visto un caballo volando en avión? — ¡Es
verdad! —dijo riendo el muchacho, y el otro relinchó de pura risa también.
Después Alejandro estuvo
recogiendo esas flores
solitarias y hermosas que crecen en las montañas, y que nadie pone en búcaros
como si solo fuesen bonitas las rosas y las flores de jardinería. En
tanto, el caballito se tendió en el suelo y había que ver las vueltas que daba,
retozando en la hierba como un muchacho. Alejandro se reía de sus gracias y
maromas, y como el caballito viera que esto le daba gusto, dio tantas vueltas
que en una de ellas se acercó, peligrosamente, al borde de la montaña.
— ¡Cuidado! —dijo Alejandro, y el caballito dijo: — ¡Contra! Una
monada más y vas a tener que bajar tú solo. Mira, mejor nos vamos. Ya viste
todo lo lindo de aquí —y el niño dijo: —Como
tú quieras; nos vamos, pero… no a casa todavía, ¿verdad?
—Todavía —dijo el caballito, y
esta vez se agachó hasta el suelo para que el niño montara. —Eso sí, agárrate
ahora más firme que antes, porque si subiendo corrí, imagínate cómo será bajando.
—Yo no tengo miedo —dijo Alejandro, y esta vez el caballito solo
dijo: — ¡Eso es! —y arrancó a correr.
Naturalmente que en esta ocasión
la carrera fue tan veloz, que el niño se pasó el tiempo con la cabeza pegada al
cuello del corcelito y las manos aferradas a la crin. De modo que ni vio por
dónde iba hasta que, de un tirón, se detuvo y Alejandro se corrió a la cabeza
del caballito.
— ¡Contra! —dijo el niño sorprendido, y el caballito dijo: —
Enderézate. Ojos, oídos y nariz ahora. Mira lo que tienes enfrente.
Bueno, había que oler, ver y oír.
No en balde el caballito le había dicho las tres cosas. Pero Alejandro no supo si oyó el
ruido de la marejada primero, o si fue el olor de la sal en el aire, o vio el
azul, intenso, lindo, que venía a romperse en espumas a la playa.
— ¡El mar! —dijo el muchacho, loco de contento. — ¡El mar! —dijo el
caballito.
— ¡Maravilla! ¡Cómo hay olas y olas! Y los pájaros esos, volando, ¿a
dónde van? —Gaviotas —aclaró el corcelito.
Y Alejandro se desmontó de un
salto y empezó a quitarse las ropas. Primero los zapatos —que los tiró lejos—,
luego la camisa, y en cuanto empezó a zafarse el cinto se detuvo
inesperadamente y se quedó mirando al caballito. Claro que el caballito sabía
lo que pensaba el niño. No; no era que le diera pena quedarse desnudo. Para eso
eran amigos, y además varones los dos. Es que… otra vez la misma cosa. Entonces
el caballito lo dejó que hablara:
—Bueno —empezó el niño con la cabeza baja—, es que quizás el agua salada… porque las piernas, dice mi tía…
Pero esta vez el corcelito blanco
no le contestó. Paso a paso vino hasta él, se agachó a su lado y le dijo: —Acaba
de quitarte la ropa y monta.
Y Alejandro lo hizo. Se quedó
bien en cueros, como había
venido a este mundo tan falto de caballitos blancos, montó en su caballo
y, naturalmente, el corcelito empezó por meterse en el agua hasta que al
momento estaba nadando y el niño prendido a sus crines primero, luego a la cola
y después muertos de risa los dos.
En fin, anduvieron libres y
dichosos hasta que cayó la noche y Alejandro tuvo hambre y sueño, porque desde
luego, un niño no solo vive de guayabas. Así que el caballito le dijo: —Monta,
que nos vamos.
Y montó y echaron a correr otra
vez bajo las estrellas hasta que llegaron a la ciudad y a la ventana de Alejandro.
Allí mismo, el niño se despidió del caballito dándole un beso en la frente, de
un agradecimiento tal, que sonó como un cohete.
Entonces el caballito le dijo: —No
hay nada que lamentar. Volveremos a andar juntos. Pero esta vez, recuerda, tú
vas a buscarme. —Lo que digas —dijo
Alejandro, y lo vio cómo se marchaba al carrusel para ocupar su puesto entre
los demás caballos.
Al otro día el médico vino a casa
de Alejandro, al atardecer, y al preguntar por el niño, la tía, con los ojos
más felices del mundo, le dijo que estaba en el carrusel, montando un caballito
blanco. El médico, que era un hombre bueno, viejo y sabio, se puso de pie
sacudido por la noticia.
— ¡Pero cómo, si todavía no puede
caminar! —Desde esta mañana —dijo la tía, y el médico, mirando por la ventana
el carrusel, dijo sentándose de un golpe:
— ¡Contra! ¡Increíble! ¡Pues sí
que son buenas estas medicinas mías!
Fuente condensada de: https://ciudadseva.com/texto/caballito-blanco/
LAS RECETAS DE
LA ABUELA.
En este caso, te traemos una versión salada de este pan que te tomará
menos tiempo de hacer que otras versiones. El resultado será un pan casero esponjoso y suavecito.
Puedes disfrutarlo en el desayuno o usarlo para acompañar platos principales.
PAN DE MAÍZ CASERO:
Pan de maíz |
Ingredientes:
200 gramos de harina de trigo.
1 cucharada postre de sal fina.
180
gramos de harina de maíz amarillo.
5
gramos de bicarbonato de sodio.
250
mililitros de agua tibia.
3
cucharadas soperas de aceite vegetal.
10
gramos de levadura seca.
1
cucharada sopera de miel.
Procedimiento:
1.-Disuelve la levadura y la miel con agua tibia y remueve bien. En un bol aparte, mezcla todos los ingredientes secos: la harina de trigo, la harina de maíz, la sal y el bicarbonato de sodio. (Truco: Tamiza la harina para que el pan de maíz casero te quede más tierno).
2.-Haz un hueco en el centro de los ingredientes secos con la maza.
Echa en ella la mezcla de levadura, agua tibia
y miel. Añade el aceite y mezcla
bien hasta que la masa del pan de maíz quede homogénea. Recuerda
engrasar un poco el molde.Tapa el recipiente con papel film (transparente) y
deja reposar en un lugar
cálido por una media hora hasta que haya doblado su tamaño.
3.-Vuelve a amasar la mezcla. Puedes engrasarse las manos con un
poco de aceite para que no se te quede pegada en las manos.
4.-Pon una lámina de papel vegetal sobre una bandeja para hornear.
Pon la masa en la bandeja y deja que repose 30 minutos más. Precalienta el horno a 200°C ≈
390º F y mete la masa del pan de maíz a hornear durante unos 25-30 minutos.
¡Saca tu pan de maíz recién
horneado y disfrútalo!
Fuente y foto: https://www.recetasgratis.net/receta-de-pan-de-maiz-7002.html
DEL HOGAR Y ALGO MÁS.
Añadir título |
En lo referente
a las expresiones en las que el garbanzo es protagonista, se debe señalar la
rudeza de conceptos que se asocian o las apreciaciones negativas que
transmiten. La expresión española "por un garbanzo no se descompone la olla" hace
referencia, …, a la insignificancia. Otro concepto como la inadaptación o el no
respeto de las normas se manifiesta en la expresión "en todo cocido siempre hay un garbanzo
negro".
Otra cita que revela la importancia del garbanzo como símbolo de fuente
alimenticia y sustentadora es "mirar por el garbanzo", que hace alusión a la
necesidad de cuidar el origen de nuestra riqueza.
El miedo
también aparece reflejado en la expresión provenzal "l'aurien barra lou cuou em un cese", que podríamos
traducirla por "se
le ha tapado el culo con un garbanzo". De la misma manera, este
tipo de expresiones aparecen en italiano:"Essere
un cece cotto", ("estar
como un garbanzo cocido"), que hace referencia a la borrachera por el
estado en que uno se encuentra.
No menos importante
es la simbología o relación del garbanzo con la muerte. Los griegos de época
clásica comían garbanzos en los banquetes fúnebres. En la región
de Niza la tradición establece comer garbanzos el Miércoles de Ceniza, el Viernes
Santo y el Día de todos los santos. La misma
tradición existe en numerosos lugares de España durante el Viernes
Santo cuando se come
el suculento potaje de garbanzos.
El garbanzo es de una riqueza formidable en lo que a
aportes nutritivos se refiere. Es rico en proteínas, almidón y en lípidos (más que las otras legumbres) sobre todo de ácido
oleico y linoleico[i],
que son insaturados y carentes de colesterol. Del mismo
modo el garbanzo es un buen aporte de fibra y calorías.
Hay que tener
en cuenta, no obstante, que si el garbanzo es rico en proteínas (entre 20 y 25%
de su peso), éstas no incluyen todos los así llamados aminoácidos esenciales (no
sintetizables por el cuerpo humano) necesarios para la nutrición humana. Para remediar esta carencia es
aconsejable completar las recetas de garbanzos añadiendo a los platos pastas o arroz - una combinación que sí incluye en una sola comida
todos los aminoácidos esenciales. El mismo efecto se consigue al acompañar los garbanzos con pan, pero en ese caso no hay que olvidar el notable
contenido en sodio que posee el pan. Otra posibilidad viene también dada
por el añadido de carnes o pescados.
En este sentido,
no hace falta reflexionar mucho para darse cuenta de la "sabiduría"
de los platos de legumbres
que encontramos por toda la cuenca mediterránea en los que se mezclan garbanzos con pastas,
diversas verduras y arroz, como en la menestra, el cocido tradicional campestre y el cuscús, o también con
ingredientes cárnicos o con pescado, como en el potaje, por citar solo unos ejemplos. En Italia, y como
ingrediente principal de su receta, encontramos la farinata o fainá.
(…) En cuanto a
los aportes beneficiosos del garbanzo hay que señalar su valor diurético, su capacidad
para favorecer el tránsito intestinal (debido al alto nivel de fibras que
contiene), su valor energético y por su bajo contenido en sodio permite ser
incluido en dietas de control de la hipertensión.
Los garbanzos
pueden comerse cocidos, tostados, fritos e incluso en forma de harina aunque ha sido consumida en algunas zonas también como infusión, en una
especie de café, una vez que
los garbanzos han sido tostados y molidos[ii].
En lo que
respecta a la cocción, ésta
debe ser uniforme y a tal fin, los garbanzos deben ser introducidos con el agua templada y en
caso de que se deba añadir agua también debe estar previamente templada
(como dicen las cocineras, “para que no
se pasmen”). Los
garbanzos deben ser dejados en remojo un número variable de horas en función de
la calidad de los mismos.
En la cocina española posee su posición como ingrediente en diversos platos
como lo es el cocido madrileño, los callos a la andaluza, etc. El garbanzo es muy común en la cocina de la India y se emplea en numerosos platos, formando parte de las
legumbres denominadas Dal y frecuentemente en la forma de harina. En la cocina del Magreb es muy peculiar el hummus, una especie de pasta de garbanzos. Fuente condensada de: es.
wikipedia.org.
INFORMACIONES ÚTILES:
Efectos
de la marihuana en el cuerpo. El nombre científico de la marihuana es Cannabis
sativa. Su principal ingrediente activo es el THC
(delta-9-tetrahidrocannabinol). Este ingrediente se encuentra en las hojas y
los brotes de la planta de marihuana. Puede producir diferentes efectos
en el cuerpo, como: Sensación de bienestar o de relajación; Aumento del
apetito; Aumento de las sensaciones de la vista, oído y gusto. Sin embargo, su uso excesivo también puede causar
problemas, como
ansiedad, agitación o problemas del sueño. Entérese sobre los efectos de la marihuana en el
cuerpo. MedlinePlus
Los numerosos síntomas del coronavirus clarín.com Por
TARA PARKER-POPE Para una enfermera de Texas, la primera señal de que algo
andaba mal sucedió mientras se cepillaba los dientes: no pudo percibir el sabor
de su pasta de dientes. Para un abogado de Georgia,…
¿Qué es la incompatibilidad RH?
Ocurre cuando una mujer
embarazada tiene sangre Rh negativa y su bebé tiene sangre Rh positiva.
Durante el embarazo, los
glóbulos rojos del feto pueden pasar a la sangre de la madre a través de la
placenta. Si la madre es Rh negativo, su sistema inmunitario trata a las
células fetales Rh positivas como
si fuesen una sustancia extraña. El cuerpo de la madre crea anticuerpos que destruyen los
glóbulos rojos circulantes del bebé. Este problema se ha vuelto
menos común en los lugares que brindan acceso a buenos cuidados
prenatales. ¿En qué consiste el tratamiento? Entérese. MedlinePlus
POESÍA.
Amo, amas
Amar, amar, amar, amar siempre, con todo
el ser y con la tierra y con el cielo,
con lo claro del sol y lo oscuro del lodo;
amar por toda ciencia y amar por todo anhelo.
Y cuando la montaña de la vida
nos sea dura y larga y alta y llena de abismos,
amar la inmensidad que es de amor encendida
¡y arder en la fusión de nuestros pechos mismos!
https://www.zendalibros.com/los-mejores-poemas-ruben-dario
PARA REFRESCAR.
1. Hacerse el sordo: Hola, ¿cómo se llama el perro? -¿Quién? -¡El perro!
-¡¡Quien!! -¡¡Usted
está sordo!! -¡¡El perro
se llama quien!! -¿¿Qué??
2. Que le dice el 1 al 10? Yo soy SIN CERO, SINCERO.
3. Vago pero honrado: A ese vago le decían "hombre honrado" porque cada vez que
encontraba un trabajo, lo devolvía. 1-3 chistes.yavendras.com
Próxima edición: martes 15 de septiembre.
Nota de la Editora: He recibido este correo de una/un lector mexicano:
“Date: mié., 29 jul. 2020: Unknown ha dejado un nuevo
comentario en su entrada "5. Francisca y la Muerte. Cuento
de Jorge Onelio C...": “Me
encantó esta chido* realmente”. [*Chido:
En México, chido, chida, es un adjetivo que se utiliza en el lenguaje familiar,
coloquial, que significa: “Que es bueno, bonito o agradable”. DEL].
Es
uno de mis cuentos cubanos preferidos, porque está escrito con “travesura”, con
ironía alegre, donde Francisca, sin quererlo, le da “el esquinazo” a la Muerte hasta que la Vieja se va enfurecida y
decepcionada. Por otra parte, muestra la vida de una buena persona campesina
que ayuda a todos los que puede.
[i] El ácido linoleico (del griego linon) lino, cuya semilla es la
linaza y aceite
de oliva o
simplemente aceite) es un ácido
graso esencial para
el organismo humano, lo cual quiere decir que el organismo no puede sintetizarlo y tiene que ser
ingerido por la dieta. es.wikipedia.org
[ii] infusión con garbanzos: para fortalecer el sabor del café, ha sido costumbre en muchos lugares tostar garbanzos conjunta o separadamente con los granos de café y molerlos.