martes, 11 de agosto de 2020

349. Cuento.

 Autor: Onelio Jorge Cardoso. Nació en Calabazar de Sagua11 de mayo de 1914, Las Villas. Murió en La Habana29 de mayo de 1986); fue un buen cuentista cubano. Fuente: Ecured.cu

CABALLITO BLANCO.

Era, primero un carrusel, o un niño primero y un carrusel después. Nunca se sabrá.

La cosa es que el niño estaba enfermo de un mal de pie o de pierna que lo tenía impedido de caminar. Así pues, se pasaba el tiempo mirando por la ventana abierta dar vueltas al carrusel y oyendo su música alegre del otro lado de la calle.

Veía los corcelitos pasar corriendo, desbocados, las bocas rojas de grandes dientes blancos y las crines de madera sueltas al viento. Foto: Spanish Réplicas.

De modo tal que le fue tomando tanta simpatía al caballito, que no hubo tarde que no lo mirara ni noche que no soñara con él. Y, precisamente, una de esas noches en que estaba soñando, sintió un fuerte resoplido junto a la ventana, ¡brrrrr!, y despertó sorprendido por los ojos del caballito que lo miraban.

—Oye, ¿qué te parece si damos una vueltecita por el campo? —dijo, y el niño se sintió tan contento que le saltó el corazón de alegría.

— ¡Ahora mismo! dijo… Pues monta, respondió el caballito. Pero de repente el niño se contuvo: Es que la pierna… el pie… Mi tía dice que hay que esperar.

—Bueno —contestó el corcelito blanco—, si te alegra, ¿qué daño puede hacerte?

¿Tú crees? Tal vez puede que sea así. —Entonces no perdamos más tiempo. Salta y monta, que viene el día.

Y así lo hizo el muchacho, más contento que nunca y oyendo en la noche el galope del caballito que golpeaba las calles de la ciudad.

Claro, que hay que ver lo que es el nacimiento del día cuando queda aún alguna estrella demorada en el cielo. Y luego, cuando la mañana se va desprendiendo de las nubes, con su pupila de colores bonitos. Estas cosas son más lindas de ver que de contar; y eso fue lo primero que asombró al muchachito, ya en pleno campo, al amanecer, cuando el caballito se detuvo resoplando.

— ¿Qué te parece? — ¡Qué estrellas más altas y más limpias! ¡Pero se van borrando!

—No lo creas del todo. Mira bien, abajo. Se han quedado en las de las hierbas. — ¿En las hojas? —El rocío, mira bien. —Es verdad. Brillan igual.

—Y con el mismo sol de siempre. El sol de anoche en otro sitio del cielo. Ahora, en cuanto suba la luz, se pondrán los pájaros a cantar que da gusto. Cada quien del monte irá a sus cosas. Hasta los caracoles; los verás con sus tarritos afuera, andando por los caminos para atender sus asuntos.

Es muy lindo. —Y ahora, observa por entre mis orejas y dime qué ves.

Un río, y grande. —Pues vamos a cruzarlo. — ¿Cómo? ¡Si no sé nadar!

—Yo nadaré por ti. Tú sigue montado y verás que ahorita llegamos a la otra orilla.

Pero… espérate, que hay una dificultad… — ¿Cuál?

Que si me mojo el pie… la pierna… porque mi tía siempre dice

—Bueno, si te gusta la otra orilla no puede hacerte daño. — ¿Aunque me moje en parte? —Aunque te mojes todo. —Bien, si tú lo dices, entonces vamos.

Había allí un monte de guayabas y un batallón de cotorras comiendo de ellas.

— ¿Y eso qué es? — preguntó el niño riendo. — ¿Esa?, esa es la gente más conversadora del monte —dijo el caballito—. No se sabe el tiempo que pasan hablando tonterías, pero hacen falta porque alegran el aire con sus colores.

Pues mira que son graciosas. —Con tal que no le pongas atención a todo lo que dicen, graciosas son.

Y el niño, que se llamaba Alejandro, y que no hemos dicho su nombre porque el caballito no necesitaba preguntárselo, se echó a reír abiertamente con el asunto de las cotorras y, después, al volver la cabeza, vio al caballito que, arqueando el cuello, le ofrecía un ramo llenito de guayabas maduras.

Esto, ¿se come? — Diente con diente toda la que quieras.

Alejandro tomó en sus manos las guayabas, y cuando ya iba a morderlas, de nuevo se contuvo. — ¿Y si son ácidas?, — ¿Qué?

No, que no sé. Tal vez la digestión, porque mi tía dice que si… —Si te gusta su aroma, te gusta su carne. Ningún daño te hará. Prueba.

Y le supieron a gloria las guayabas con semillas y todo. También el caballo, a su vez, comió guayabas, y Alejandro oyó, por primera vez, ese agradable rumor a boca cerrada que hacen los caballos cuando mastican algún alimento que necesitan triturar.

Luego bebió el corcelito en el río, y el niño mirando de qué modo tan interesante sube el agua por el cuello de los caballos en forma de pelotas que se siguen unas a otras, detrás de la piel.

—Bueno, monta que nos vamos. —Pero, ¿ya de regreso? ¿Tan pronto se acaba todo? —dijo Alejandro, y el corcelito blanco, soltando un alegre relincho, que era su risa natural, dijo: —No, todavía. Hay mucho que ver y apenas ha empezado el sol. Así que trepa.

Pero, ¿a dónde vamos? —preguntó Alejandro. Y el caballito, por primera vez, echando atrás las orejas, dijo: —Cuando estés contento que no te importe a dónde vayas. —Bien, llévame a donde quiera que vayas. Y echó a correr el corcelito blanco que daba gusto su carrera.

Sonaba el viento en los oídos de Alejandro como cuando hay ciclón (borrasca) y el aire silba en los alambres. Agarrado fuertemente a las crines, miraba viendo venir el camino a toda velocidad, cerrado de monte bonito y de algunas ramas que pasaban sobre su cabeza, obligándolo a agacharse a tiempo para no ser golpeado.

Y así estuvieron, corre que te corre, hasta que fue disminuyendo el galope, porque ahora el camino subía como si quisiera desembocar en las nubes.

— ¿A dónde vamos? —gritó Alejandro para ser oído, y el caballito, sin detenerse, volvió la cabeza: —Arriba. A la montaña, y si hubiera camino, a mucho más.

Alejandro se sonrió contento, y como ya no era tanta la carrera, empezó a mirar a los lados. A la izquierda el río se iba quedando allá, donde estuvieron, y a la derecha la tierra, creciendo, aprisionando piedras y raíces que salían al camino.

¡Oye, se ve el río como un cinto de plata! —Espera y lo verás como un cordelito en el suelo. Ciérrate el cuello que allá hace frío. — ¿Me hará daño? —Ninguno.

Entonces, ¿para qué cerrármelo? Además, estoy agarrado a la crin, ¿con qué manos? —Empiezas a entender y yo me he vuelto tonto.

Y, corre que te corre, siguieron hasta que al fin, bañado en espumoso sudor, el caballito blanco se detuvo en lo alto de la montaña. — Salta al suelo y mira —dijo.

Pero era tan hermoso el paisaje, que no tuvo que decírselo dos veces. De un salto, Alejandro se desmontó y fue hasta el borde de la montaña a mirar abajo.

¡Qué verde tan intenso tan distante! Un hombre iba por allá, por su camino, chiquito como una pulga a lomo de su caballo, pequeño como un grillo. Y el río, efectivamente, era un cordelito de plata que curvaba entre los árboles. Pero lo que más llamó la atención de Alejandro fue una nube perezosa que venía moviéndose más debajo de la montaña.

¡Cómo! ¡Somos más altos que las nubes! —Ya lo estás mirando —dijo el caballito.

No, no puede ser. Siempre las nubes le quedan a uno por encima de la cabeza.

—Bueno, siempre que uno no se decida a sobrepasarlas. ¿No has volado nunca en avión? —No, nunca, ¿y tú?

— ¡Hombre, Alejandro! ¿Quién ha visto un caballo volando en avión? — ¡Es verdad! —dijo riendo el muchacho, y el otro relinchó de pura risa también.

Después Alejandro estuvo recogiendo esas flores solitarias y hermosas que crecen en las montañas, y que nadie pone en búcaros como si solo fuesen bonitas las rosas y las flores de jardinería. En tanto, el caballito se tendió en el suelo y había que ver las vueltas que daba, retozando en la hierba como un muchacho. Alejandro se reía de sus gracias y maromas, y como el caballito viera que esto le daba gusto, dio tantas vueltas que en una de ellas se acercó, peligrosamente, al borde de la montaña.

— ¡Cuidado! —dijo Alejandro, y el caballito dijo: — ¡Contra! Una monada más y vas a tener que bajar tú solo. Mira, mejor nos vamos. Ya viste todo lo lindo de aquí —y el niño dijo: —Como tú quieras; nos vamos, pero… no a casa todavía, ¿verdad?

—Todavía —dijo el caballito, y esta vez se agachó hasta el suelo para que el niño montara. —Eso sí, agárrate ahora más firme que antes, porque si subiendo corrí, imagínate cómo será bajando.

Yo no tengo miedo —dijo Alejandro, y esta vez el caballito solo dijo: — ¡Eso es! —y arrancó a correr.

Naturalmente que en esta ocasión la carrera fue tan veloz, que el niño se pasó el tiempo con la cabeza pegada al cuello del corcelito y las manos aferradas a la crin. De modo que ni vio por dónde iba hasta que, de un tirón, se detuvo y Alejandro se corrió a la cabeza del caballito.

— ¡Contra! —dijo el niño sorprendido, y el caballito dijo: — Enderézate. Ojos, oídos y nariz ahora. Mira lo que tienes enfrente.

Bueno, había que oler, ver y oír. No en balde el caballito le había dicho las tres cosas. Pero Alejandro no supo si oyó el ruido de la marejada primero, o si fue el olor de la sal en el aire, o vio el azul, intenso, lindo, que venía a romperse en espumas a la playa.

— ¡El mar! —dijo el muchacho, loco de contento. — ¡El mar! —dijo el caballito.

— ¡Maravilla! ¡Cómo hay olas y olas! Y los pájaros esos, volando, ¿a dónde van? —Gaviotas —aclaró el corcelito.

Y Alejandro se desmontó de un salto y empezó a quitarse las ropas. Primero los zapatos —que los tiró lejos—, luego la camisa, y en cuanto empezó a zafarse el cinto se detuvo inesperadamente y se quedó mirando al caballito. Claro que el caballito sabía lo que pensaba el niño. No; no era que le diera pena quedarse desnudo. Para eso eran amigos, y además varones los dos. Es que… otra vez la misma cosa. Entonces el caballito lo dejó que hablara:

Bueno —empezó el niño con la cabeza baja—, es que quizás el agua salada… porque las piernas, dice mi tía…

Pero esta vez el corcelito blanco no le contestó. Paso a paso vino hasta él, se agachó a su lado y le dijo: —Acaba de quitarte la ropa y monta.

Y Alejandro lo hizo. Se quedó bien en cueros, como había venido a este mundo tan falto de caballitos blancos, montó en su caballo y, naturalmente, el corcelito empezó por meterse en el agua hasta que al momento estaba nadando y el niño prendido a sus crines primero, luego a la cola y después muertos de risa los dos.

En fin, anduvieron libres y dichosos hasta que cayó la noche y Alejandro tuvo hambre y sueño, porque desde luego, un niño no solo vive de guayabas. Así que el caballito le dijo: —Monta, que nos vamos.

Y montó y echaron a correr otra vez bajo las estrellas hasta que llegaron a la ciudad y a la ventana de Alejandro. Allí mismo, el niño se despidió del caballito dándole un beso en la frente, de un agradecimiento tal, que sonó como un cohete.

Entonces el caballito le dijo: —No hay nada que lamentar. Volveremos a andar juntos. Pero esta vez, recuerda, tú vas a buscarme. —Lo que digas —dijo Alejandro, y lo vio cómo se marchaba al carrusel para ocupar su puesto entre los demás caballos.

Al otro día el médico vino a casa de Alejandro, al atardecer, y al preguntar por el niño, la tía, con los ojos más felices del mundo, le dijo que estaba en el carrusel, montando un caballito blanco. El médico, que era un hombre bueno, viejo y sabio, se puso de pie sacudido por la noticia.

— ¡Pero cómo, si todavía no puede caminar! —Desde esta mañana —dijo la tía, y el médico, mirando por la ventana el carrusel, dijo sentándose de un golpe:

— ¡Contra! ¡Increíble! ¡Pues sí que son buenas estas medicinas mías!

Fuente condensada de: https://ciudadseva.com/texto/caballito-blanco/

LAS RECETAS DE LA ABUELA.

El maíz es uno de los ingredientes más usados en América. Son muchos los platos que se pueden preparar con maíz, incluida esta deliciosa receta de pan de maíz. Hay diferentes versiones del pan de maíz, como el pan de maíz americano, el dominicano o el gallego. Algunas son dulces, otras saladas, pero vale la pena que las pruebes todas, si te encanta el mundo de la panificación.

En este caso, te traemos una versión salada de este pan que te tomará menos tiempo de hacer que otras versiones. El resultado será un pan casero esponjoso y suavecito. Puedes disfrutarlo en el desayuno o usarlo para acompañar platos principales.

PAN DE MAÍZ CASERO:

Pan de maíz

Ingredientes:

200 gramos de harina de trigo.

1 cucharada postre de sal fina.

180 gramos de harina de maíz amarillo.

 5 gramos de bicarbonato de sodio.

 250 mililitros de agua tibia.

 3 cucharadas soperas de aceite vegetal.

 10 gramos de levadura seca.

 1 cucharada sopera de miel. 

Procedimiento:

1.-Disuelve la levadura y la miel con agua tibia y remueve bien. En un bol aparte, mezcla todos los ingredientes secos: la harina de trigo, la harina de maíz, la sal y el bicarbonato de sodio. (Truco: Tamiza la harina para que el pan de maíz casero te quede más tierno).

2.-Haz un hueco en el centro de los ingredientes secos con la maza.  Echa en ella la mezcla de levadura,  agua tibia  y miel. Añade el aceite y mezcla bien hasta que la masa del pan de maíz quede homogénea. Recuerda engrasar un poco el molde.Tapa el recipiente con papel film (transparente) y deja reposar en un lugar cálido por una media hora hasta que haya doblado su tamaño.

3.-Vuelve a amasar la mezcla. Puedes engrasarse las manos con un poco de aceite para que no se te quede pegada en las manos.

4.-Pon una lámina de papel vegetal sobre una bandeja para hornear. Pon la masa en la bandeja y deja que repose 30 minutos másPrecalienta el horno a 200°C ≈ 390º F y mete la masa del pan de maíz a hornear durante unos 25-30 minutos.

¡Saca tu pan de maíz recién horneado y disfrútalo!

Fuente y foto: https://www.recetasgratis.net/receta-de-pan-de-maiz-7002.html

DEL HOGAR Y ALGO MÁS.

Añadir título
El garbanzo casi siempre ha sido sinónimo de frugalidad, pobreza e incluso rudeza. Numerosas son las expresiones en este sentido. Lo mismo sucede con el consumo de esta formidable legumbre, que si bien ha sido utilizada con cierta profusión en la Antigüedad es a partir del descubrimiento de América, y como consecuencia de la llegada de la alubia mexicana, cuando el garbanzo entra en franco retroceso en numerosas regiones de Europa. Así, el consumo del garbanzo se limitará cada vez más a las zonas de producción y a un determinado entorno social: los grupos de bajos ingresos de la ciudad y el campo. Foto de: dietas.net

En lo referente a las expresiones en las que el garbanzo es protagonista, se debe señalar la rudeza de conceptos que se asocian o las apreciaciones negativas que transmiten. La expresión española "por un garbanzo no se descompone la olla" hace referencia, …, a la insignificancia. Otro concepto como la inadaptación o el no respeto de las normas se manifiesta en la expresión "en todo cocido siempre hay un garbanzo negro". Otra cita que revela la importancia del garbanzo como símbolo de fuente alimenticia y sustentadora es "mirar por el garbanzo", que hace alusión a la necesidad de cuidar el origen de nuestra riqueza.

El miedo también aparece reflejado en la expresión provenzal "l'aurien barra lou cuou em un cese", que podríamos traducirla por "se le ha tapado el culo con un garbanzo". De la misma manera, este tipo de expresiones aparecen en italiano:"Essere un cece cotto", ("estar como un garbanzo cocido"), que hace referencia a la borrachera por el estado en que uno se encuentra.

No menos importante es la simbología o relación del garbanzo con la muerte. Los griegos de época clásica comían garbanzos en los banquetes fúnebres. En la región de Niza la tradición establece comer garbanzos el Miércoles de Ceniza, el Viernes Santo y el Día de todos los santos. La misma tradición existe en numerosos lugares de España durante el Viernes Santo cuando se come el suculento potaje de garbanzos.

El garbanzo es de una riqueza formidable en lo que a aportes nutritivos se refiere. Es rico en proteínas, almidón y en lípidos (más que las otras legumbres) sobre todo de ácido oleico y linoleico[i], que son insaturados y carentes de colesterol. Del mismo modo el garbanzo es un buen aporte de fibra y calorías.

Hay que tener en cuenta, no obstante, que si el garbanzo es rico en proteínas (entre 20 y 25% de su peso), éstas no incluyen todos los así llamados aminoácidos esenciales (no sintetizables por el cuerpo humano) necesarios para la nutrición humana. Para remediar esta carencia es aconsejable completar las recetas de garbanzos añadiendo a los platos pastas o arroz - una combinación que sí incluye en una sola comida todos los aminoácidos esenciales. El mismo efecto se consigue al acompañar los garbanzos con pan, pero en ese caso no hay que olvidar el notable contenido en sodio que posee el pan. Otra posibilidad viene también dada por el añadido de carnes o pescados.

En este sentido, no hace falta reflexionar mucho para darse cuenta de la "sabiduría" de los platos de legumbres que encontramos por toda la cuenca mediterránea en los que se mezclan garbanzos con pastas, diversas verduras y arroz, como en la menestra, el cocido tradicional campestre y el cuscús, o también con ingredientes cárnicos o con pescado, como en el potaje, por citar solo unos ejemplos. En Italia, y como ingrediente principal de su receta, encontramos la farinata o fainá.

(…) En cuanto a los aportes beneficiosos del garbanzo hay que señalar su valor diurético, su capacidad para favorecer el tránsito intestinal (debido al alto nivel de fibras que contiene), su valor energético y por su bajo contenido en sodio  permite ser incluido en dietas de control de la hipertensión.

Los garbanzos pueden comerse cocidos, tostados, fritos e incluso en forma de harina aunque ha sido consumida en algunas zonas también como infusión, en una especie de café, una vez que los garbanzos han sido tostados y molidos[ii].

En lo que respecta a la cocción, ésta debe ser uniforme y a tal fin, los garbanzos deben ser introducidos con el agua templada y en caso de que se deba añadir agua también debe estar previamente templada (como dicen las cocineras, “para que no se pasmen”). Los garbanzos deben ser dejados en remojo un número variable de horas en función de la calidad de los mismos.

En la cocina española posee su posición como ingrediente en diversos platos como lo es el cocido madrileño, los callos a la andaluza, etc. El garbanzo es muy común en la cocina de la India y se emplea en numerosos platos, formando parte de las legumbres denominadas Dal y frecuentemente en la forma de harina. En la cocina del Magreb es muy peculiar el hummus, una especie de pasta de garbanzos. Fuente condensada de: es. wikipedia.org.

INFORMACIONES ÚTILES:

Efectos de la marihuana en el cuerpo. El nombre científico de la marihuana es Cannabis sativa. Su principal ingrediente activo es el THC (delta-9-tetrahidrocannabinol). Este ingrediente se encuentra en las hojas y los brotes de la planta de marihuana. Puede producir diferentes efectos en el cuerpo, como: Sensación de bienestar o de relajación; Aumento del apetito; Aumento de las sensaciones de la vista, oído y gusto. Sin embargo, su uso excesivo también puede causar problemas, como ansiedad, agitación o problemas del sueño. Entérese sobre los efectos de la marihuana en el cuerpo. MedlinePlus

Los numerosos síntomas del coronavirus clarín.com Por TARA PARKER-POPE Para una enfermera de Texas, la primera señal de que algo andaba mal sucedió mientras se cepillaba los dientes: no pudo percibir el sabor de su pasta de dientes. Para un abogado de Georgia,…

¿Qué es la incompatibilidad RH? Ocurre cuando una mujer embarazada tiene sangre Rh negativa y su bebé tiene sangre Rh positiva. Durante el embarazo, los glóbulos rojos del feto pueden pasar a la sangre de la madre a través de la placenta. Si la madre es Rh negativo, su sistema inmunitario trata a las células fetales Rh positivas como si fuesen una sustancia extraña. El cuerpo de la madre crea anticuerpos que destruyen los glóbulos rojos circulantes del bebéEste problema se ha vuelto menos común en los lugares que brindan acceso a buenos cuidados prenatales. ¿En qué consiste el tratamiento? Entérese. MedlinePlus

POESÍA.

Rubén Darío. (Metapa, República de Nicaragua, 18 de enero de 1,867 - León, República de Nicaragua, 6 de febrero de 1,916). Poeta, periodista y diplomático, está considerado como el máximo representante del modernismo literario en lengua española. Su importancia en nuestra literatura es tan destacada que resulta complicado elegir cuáles son los mejores poemas de Rubén Darío.


 Amo, amas

Amar, amar, amar, amar siempre, con todo
el ser y con la tierra y con el cielo,
con lo claro del sol y lo oscuro del lodo;
amar por toda ciencia y amar por todo anhelo.

Y cuando la montaña de la vida
nos sea dura y larga y alta y llena de abismos,
amar la inmensidad que es de amor encendida
¡y arder en la fusión de nuestros pechos mismos!

https://www.zendalibros.com/los-mejores-poemas-ruben-dario

PARA REFRESCAR.

1. Hacerse el sordo: Hola, ¿cómo se llama el perro? -¿Quién? -¡El perro!
-¡¡Quien!! -¡¡Usted está sordo!! -¡¡El perro se llama quien!! -¿¿Qué??

2. Que le dice el 1 al 10? Yo soy SIN CERO, SINCERO.

3. Vago pero honrado: A ese vago le decían "hombre honrado" porque cada vez que encontraba un trabajo, lo devolvía. 1-3 chistes.yavendras.com

Próxima edición: martes 15 de septiembre.

Nota de la Editora: He recibido este correo de una/un lector mexicano: “Date: mié., 29 jul. 2020:  Unknown ha dejado un nuevo comentario en su entrada "5. Francisca y la Muerte. Cuento de Jorge Onelio C...": “Me encantó esta chido* realmente”. [*Chido: En México, chido, chida, es un adjetivo que se utiliza en el lenguaje familiar, coloquial, que significa: “Que es bueno, bonito o agradable”. DEL].

Es uno de mis cuentos cubanos preferidos, porque está escrito con “travesura”, con ironía alegre, donde Francisca, sin quererlo, le da “el esquinazo” a la Muerte hasta que la Vieja se va enfurecida y decepcionada. Por otra parte, muestra la vida de una buena persona campesina que ayuda a todos los que puede.                                                 

[i] El ácido linoleico (del griego linon) lino, cuya semilla es la linaza y aceite de oliva o simplemente aceite) es un ácido graso esencial para el organismo humano, lo cual quiere decir que el organismo no puede sintetizarlo y tiene que ser ingerido por la dieta. es.wikipedia.org

[ii] infusión con garbanzos: para fortalecer el sabor del café, ha sido costumbre en muchos lugares tostar garbanzos conjunta o separadamente con los granos de café y molerlos.

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