martes, 13 de diciembre de 2011

18. Cuento: Un nombre. Donde una jutía recibe el nombre de “Cunda”.

clip_image001 De Rosa Hilda Zell[1]. (Primer cuento sobre Cunda).

En el momento en que aquel repelente olor a hombre hirió por primera vez su olfato, la jutía[2], muy cerca del árbol donde tenía su guarida, chupaba un mango. Ponía exquisito cuidado en no embarrarse de su pulposo jugo; apoyada sobre sus patas traseras, erguíase para sujetar delicadamente la fruta con aquellas sus manos increíblemente hábiles pese a su exagerada longitud de la palma respecto a los dedos cortísimos. La brisa de la mañana caminaba en dirección opuesta a la del enemigo, y el mango, al dejar inevitablemente su rastro en la naricilla móvil, estorbaba sus funciones de centinela avanzado. Cuando la brisa se encalmó un instante, ya era demasiado tarde: el hombre, oculto por la maleza, estaba, sin embargo, muy cerca. Y lo que es peor, la jutía olió junto a él al perro; un perro grande, cuyo hocico ella adivinaba ahora pegado a la tierra, inmóvil, consciente de su presencia allí en el claro del monte. Sus sentidos, aguzados por el miedo, seguían los movimientos de los forasteros; dibujaban la actitud expectante del hombre, quieto junto al perro en acecho, acechando él también, aunque, a diferencia del animal, ignorante de la naturaleza de lo que acechaba. La jutía percibía ahora claramente el olor de su miedo. Y esto sólo le hacía dudar de que sí sería aquel hombre Facundo el cazador y Sultán aquel perro.

En un nuevo desmayo de la brisa olió otra vez al hombre plenamente, y el hombre ya no tenía miedo; pero ella,- ella sí. Aquel obsceno tufo a cobardía ahora brotaba no del enemigo sino de cada poro de su propio cuerpo. Tras el bastidor de la manigua[3] una rama seca crujió al partirse; el perro, tomado definitivamente el rastro, avanzaba, y tras el perro el hombre. Aun hubiera podido, sin embargo, esconderse en el hueco del jagüey[4] y que era su guarida; mas en ese momento apreció allí la cabecita de su cría, y por desviar de ella al enemigo emprendió la fuga a campo traviesa, cortando aquel claro inmisericorde hacia los árboles que al otro extremo de él se levantaban. Abalanzóse tras ella el perro. El hombre apartó impulsivamente los rastrojos. Contra el manigual que antes le sirviera de pantalla ahora se recortaba su figura: sombrero de guano[5], guayabera[6] de muchas alforzas, gruesas botas desdibujadas por el fango y el sol, y en la diestra una escopeta de cañón bien engrasado. Con un poco de azoro, como quien no comprende todo lo que ve, se detuvo mirando al perro que ladraba junto a un algarrobo[7], allá en la frontera del claro. Por el tronco cobrizo trepaba la jutía hacia el seguro de las ramas altas. Facundo levantó la escopeta; apoyó la culata en el hombro, y la muerte clip_image002trazó en el aire su rúbrica de humo. La jutía no llegó a verla; sobre la hierba su sangre fluía suavemente, con esa mansedumbre infinita de las cosas consumadas. Todavía sus miembros se agitaron un instante en la obsesión postrera de una fuga imposible, para aquietarse enseguida y para siempre. Facundo bajó el arma y gritó a Sultán, que al oírlo cogió en la boca el cadáver todavía caliente. Las hormigas, surgiendo aparentemente de la nada, cayeron sobre los bordes de la mancha que en el tapete verde de la selva dejara, al pagar su apuesta, el jugador que perdiera la partida. (Foto de camemalloqui.org)

Sin mucha prisa, mas sin hacerse tampoco el perezoso, Sultán se encaminó hacia su amo, que de pie bajo un árbol lo esperaba. Era cálida la mañana. La guayabera cruda se veía mojada en los sobacos y húmeda en los hombros. No es cómoda la ropa en esas condiciones; se adhiere a la piel, estorba el movimiento. Facundo anticipaba el placer del retorno. Tomó en la misma mano su escopeta y la pieza cobrada; acarició al perro, chanceándose con él al verlo lamerse la sangre que le manchaba el hocico. Era la suya una amistad antigua, y cada uno guardaba en su ser algo de la esencia del otro. Cuando el hombre vio al perro agachar la cabeza para oler el mango, levantó la suya hacia las ramas de aquel árbol en que hasta ese momento no se fijara. Era un jagüey cuyas raíces venían de lejos. Inclinándose, metió en el hueco de su tronco la mano y en ella sacó presa una jutía, mamona todavía; la misma que un poco más adelante en este relato recibirá el nombre de “Cunda”.

Aquella que había de dárselo bajaba a la sazón hasta la herbosa tierra del patio la palangana[8] en que se amontonaba, retorcida hasta quedar apenas húmeda, la ropa que acababa de lavar; y tomando las piezas una por una, las apresaba en la soga tendida desde un clavo en el costado del bohío[9] hasta otro en el tronco de una guásima[10], allá donde cerca del platanal una gallina cacareaba. Un cachorro ladraba a la ropa que la brisa ahuecaba para dejarla caer luego con un caracoleo sin ruido, casi cadencioso. Por temor a sus desmanes la muchacha volvió a levantar la soga con la larga horqueta, y hubo de erguirse toda para alcanzarla con la guayabera que su padre solía llevar a las peleas de gallos. En sus mórbidos brazos el sol mordía el agua que no se había cuidado de secar. Un rizo escapado a la tutela del moño guardaba sobre sus ojos el compás de sus movimientos, hasta que, harta de su cosquilleo, agachó la frente hacia el hombro y, sin bajar lar manos, lo echó hacia atrás. Al levantar de nuevo la cabeza vio a Facundo que se acercaba por la vereda nueva, en una mano la escopeta y algo más que a esa distancia no lograba distinguir bien, mas le pareció una jutía; y, pocos pasos ante él, a Sultán. Siguió su tarea, pero con un ritmo más lento, como si súbitamente hubiera perdido todo interés en terminarla. Con un disimulo enteramente innecesario, puesto que nadie la observaba, seguía los pasos del hombre. Cuando se convenció de que venía hacia el bohío se secó a la vez ambas manos contra las caderas con un gesto amplio,- primero la palma, luego el dorso-, y alejando de la ropa al cachorro con una pedrada que fue a dar no demasiado cerca de sus ancas, se arregló el pelo con una peineta y siguió tendiendo la ropa con estudiada indiferencia.

Así pudo Facundo retardar el momento de saludo hasta aquel en que Sultán, acercándose a oler al cachorro, lo hizo inevitable:

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(Bohío cubano. Foto de nuevaacción.com)

-Buenas, Brunilda.

-Buenas, Facundo.

-Aquí me trae un empeño.

-Vos diréis.

No sonreían; apenas se miraban.

-¿Recordáis al americano que estuvo por aquí queriendo comprar la finca?

-Dicen que compró el ingenio[11].

-Sí, para la San Marcos Sugar Company.

-¿Pero vuestro padre no quiere venderle?

Intrigada por la jutía, la muchacha forzaba la conversación a mantener un ritmo bien lejano del de sus pensamientos; pues para imposibilitarles toda alusión a ellos bastaba la seguridad en que se hallaba de que dentro de un instante Facundo se la obsequiaría.

-No. Y mañana viene a tratar de convencerlo.

Había en su tono cierto dejo burlón, bien distinto del medroso con que Brunilda repitió:

-¿Mañana...?

-Viene a almorzar. Y, ¿sabéis, Brunilda? Tengo un empeño con vos. Hoy ando con suerte; fui por el montecito a ver si daba con el perro jíbaro...

-Me está acaban con las gallinas, Facundo.

-Ya me lo dijisteis.

-¿Lo encontrasteis?

(Y sabía bien lo que se había topado en vez del perro).

-No. Pero,- levantando en alto la jutía-, ¿veis esto? Quisiera que me lo asarais como vos sabéis. Yo la mandaré a buscar con alguien. Para el almuerzo...

En el rostro moreno de la muchacha una sonrisa maliciosa rompió el dique de aquella circunspección con que de unos días a esta parte trataba a su amigo. Como en sus años niños, volvía a saborear la dulzura de ser su cómplice en una jugarreta. Sin duda habría estado alabancioso[12] en demasía aquel furaño[13] que pretendía comprar la tierra que ella quería como algo suyo, puesto que, si de derecho pertenecía a otros, de hecho su padre y su abuelo, y antes de ellos el padre y el abuelo de su abuelo, la habían labrado como partidarios[14] de esos otros. Su sonrisa se volvió irónica al escucha a Facundo que explicaba:

-El yanqui[15] dice que no hay quien lo haga comer jutía...

-¡Región!

La brisa tentaba con una sábana al cachorro, que ladraba avanzando o retrocediendo según ella lo burlaba o la ofrecía a sus arrestos, y tan absorto estaba en aquel juego que el grito de su dueño no fue bastante a apartarlo de él; mas por el contrario presintiendo en su llamada el fin de tan sabroso ejercicio se apresuró a agotar el caudal de sus goces tirando una dentellada al lienzo sonsacador.

-¡Región-del-Diablo, condenao!

Y el palo con que Brunilda reforzó esta imprecación sí dio de lleno en el lomo de Región, que dejando la sábana fue, aullando, a reunirse con Sultán allá en el bebedero de las gallinas.

-No castiguéis así al animalito, Brunilda, que me quitáis las ganas de daros lo que os traigo.

Ella levantó aún más la horqueta y recogió la ya vacía palangana antes de responder.

-¿Pues queréis vos que le deje romper la ropa? ¡Vea...!

Mas una amplia sonrisa desmentía el rigor de sus palabras: en su recién estrenada certidumbre de que no sería vendida la finca volvía a encontrar aquella afectuosa camaradería con que desde niños ella y Facundo se trataran.

El también sonrió al sacar del bolsillo del pantalón la jutía, mamona todavía, que encontrara en el hueco de un jagüey allá en el montecito:

-¿Qué nombre le pondréis, Brunilda?

-No sé... habrá que pensarlo.- Y sus ojos brillaron con ingenua malicia al decidir rápidamente:

-¡Cunda!

-Buscadle otro.

-¿Por qué? ¿No os gusta? ¡Si es el vuestro[16]!

-Pues por eso... Dejadlo para...

El lento rubor de su rostro preñó de sugerencias la frase mutilada. Y aún tartamudeó:

-Sabéis que os quiero.

Ella no contestó; mas dulcemente levantó hasta sus labios la jutía acunada en sus manos, y al tiempo que la besaba murmuró con voz entrecortada:

-¡Cunda!

LAS RECETAS DE LA ABUELA.

“El bacalao común, bacalao del Atlántico o bacalao de Noruega (Gadus morhua) es una de las cerca de 60 especies de una misma familia de peces migratorios. Vive en mares fríos del norte. Por lo general el bacalao es de tamaño pequeño, aunque algunos ejemplares pueden llegar a alcanzar los cien kilogramos de peso con un tamaño de hasta casi dos metros. Se alimenta de otros peces más pequeños, como el arenque.

Usos del bacalao:

El bacalao en salazón es una forma procesada de bacalao que consiste en practicarle la desecación mediante sal (salazón). Esta presentación hace que se pueda conservar en un lugar seco durante varios meses. El bacalao es apreciado por su carne y por el aceite de su hígado. El aceite de hígado de bacalao es extremamente rico en ácidos grasos Omega-3 así como en vitamina A y vitamina D.[2] De hecho, estas propiedades fueron muy explotadas durante años, suministrándose el aceite crudo a los niños como complemento alimenticio para la fijación del calcio en los huesos.

El bacalao también es objeto de pesca abusiva en el Atlántico norte, donde, desde el siglo XVI, faenan los barcos europeos, especialmente en Terranova y Gran Sol. La importancia económica, social y cultural de esta pesca se pone de manifiesto por los numerosos enfrentamientos entre las potencias por el control de los caladeros, que es el origen del actual sistema de Derecho internacional marítimo, del desarrollo de asentamientos humanos de enorme importancia, y de muchas obras literarias.

El bacalao puede consumirse fresco o seco, siendo habitual la salazón para su conserva en seco. Éste último permitió durante siglos a numerosas poblaciones continentales europeas disponer de reservas proteínicas. De hecho, muchos de los viajes de los navegantes ibéricos no hubieran sido posibles sin contar con este producto.

Existen numerosísimas recetas para cocinar el bacalao, agrupándose en cinco grandes familias culinarias: crudo (esqueixadas, sushis), asado (á brasa, a la vizcaína), con aceite (pil-pil, á Braz), con crema de leche o mantequilla (com natas, conventual) y dulce (a la mel). El bacalao en sus diversas formas de preparación es plato común en países como España, Portugal, Puerto Rico y República Dominicana”. es.wikipedia.org

Receta de la abuela.

clip_image003(Foto de gastronomiaycia.com).

Bacalao al pil pil.

Ingredientes:

4 lomos de bacalao desalados con su piel.

6 dientes de ajo.

1/2 litro de aceite de oliva.

1 guindilla pequeña.

Procedimiento:

1.-Se cortan los ajos en trozos pequeños y se ponen a freír, a fuego lento con un poco de aceite, cuando estén dorados, se sacan los ajos y se reservan.

2.-Se echan los trozos de bacalao con el lomo hacia abajo con todo el aceite restante, para sofreírlos a fuego lento con movimientos suaves. Cuando estén dorados se les da la vuelta con cuidado, de forma que no se desbaraten. Terminados de dorar, se sacan y se ponen en una cazuela de barro preferiblemente.

3.- El aceite donde estaba el bacalao,- que ahora tiene la gelatina que suelta el mismo-, se deja espesar un poco más, con los ajos y la guindilla. Pasados unos minutos, se retira del fuego.

4.- Sobre los trozos de bacalao que tenemos en la cazuela de barro, se echa éste aceite con los ajos, poniéndole encima la guindilla.

De esta manera tan fácil, ya tenemos la famosa receta del bacalao “pil, pil”.

DE MEDICINA, EL HOGAR Y ALGO MÁS…

La BBC publica semanalmente, una sección muy interesante y amena. Les traemos la que publicó el 10 de diciembre.

¿Para qué se nos eriza la piel? Revista BBC Focus.

En los humanos, no sirve de nada.

Lo que causa la piel de gallina es la contracción de unos músculos diminutos llamados arrectores pilorum que están en la base de cada vello.

En animales más peludos, como las ratas, gatos y chimpancés, esa reacción al frío tiene un propósito real: hacer que el pelaje sea más tupido para dar más resguardo. Pero con nuestra piel prácticamente desnuda, que se nos paren los pelos no sirve para protegernos del impacto de la temperatura.

Otra función del fenómeno es que puede hacer que el animal parezca más grande y por ende más fuerte y aterrador, un efecto que es parte de la respuesta a la lucha o huida que provoca la adrenalina.

Aunque la piel de gallina no nos hace ver más grandes o aterradores, probablemente heredamos esta reacción ahora superflua.

Eso puede explicar por qué a algunas personas se les eriza la piel cuando escuchan música o experimentan emociones fuertes.

¿Cuándo se mueren las presas después de que se las tragan vivas?

La mayoría no sobrevive ni siquiera la boca del depredador. Tragarse presas vivas es difícil y arriesgado: todo ese movimiento en las entrañas provoca indigestión, en el mejor de los casos, o daños, en el peor.

Las culebras que tragan presas grandes empiezan por la cabeza y esperan a que el animal se asfixie antes de tragarse el resto.

Animales más pequeños que terminan en el estómago vivos, o se asfixian adentro o los mata el ácido estomacal. Qué sucede primero depende de cuán fuerte es su piel o concha y cuán lento es su metabolismo.

Un ratón se asfixia en menos de un minuto. Babosas y gusanos pueden durar de 10 minutos a media hora, hasta que el ácido los mata.

No siempre es fatal. Las ranas venenosas pueden sobrevivir el ser tragadas y luego vomitadas, y algunos caracoles diminutos pueden sobrevivir el proceso digestivo entero. Se los tragan los pájaros y hasta un 15% sobreviven, y aprovechan el viaje en el pájaro para expandirse hacia nuevos territorios.

¿Es cierto que no hay líneas rectas en la naturaleza?

Depende de cuán estricto quiera ser. El camino que toma un rayo de luz que viaja por el aire es perfectamente derecho para muchos propósitos y es rutinariamente usado como referencia por peritos en proyectos de construcción.

Pero cambios en las propiedades ópticas del aire causadas por las variaciones de temperatura doblan (refractan) al rayo de manera que su trayectoria no es perfectamente recta.

Incluso en el vacío del espacio, un rayo de luz láser no mantiene un curso perfectamente recto. Eso es porque, como Albert Einstein demostró, es afectado por la curva del tejido del espacio-temporal causado por la masa.

El efecto es increíblemente pequeño: hasta un cuerpo tan enorme como el Sol apenas desvía un rayo de luz de su curso por un centímetro en una distancia de un kilómetro.

¿Por qué los búhos pueden voltear tanto sus cabezas?

Porque cazan en casi la oscuridad absoluta. Para captar más luz, desarrollaron unos ojos enormes de forma tubular que impide que se muevan dentro de su cabeza. Por eso, los búhos tienen que voltear toda su cabeza.

Huesos adicionales en sus cuellos incrementan la flexibilidad, permitiéndoles girar su cuello 270º. Eso es suficiente para ver lo que está detrás sin tener que hacer ruido, que podría alertar a una presa potencial.

PARA REFRESCAR…

Un Testigo de Jehová se sienta junto a un cubano en un vuelo Habana-Madrid.
Cuando el avión ha despegado, empiezan a repartir bebidas a los pasajeros.

El cubano pide una copita de ron.
La azafata le pregunta al Testigo de Jehová si quiere beber algo.
Contesta el Testigo de Jehová con mal tono: "Prefiero ser raptado y violado salvajemente por una docena de prostitutas antes que una gota de alcohol toque mis labios".

El cubano le devuelve la copita a la azafata y le dice:
"Yo también, coño, no sabía que había más opciones."
Colaboración de Héctor F.

 

Este hipervínculo lo llevará a una danza china preciosa integrada por 24 bailarinas. Merece la pena verla. Colaboración de Marcia M. y Angels T.

http://college.chinese.cn/conference09/article/2009-12/12/content_93218.htm

 

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Fuentes: BBC; D.R.A.E.; Google; es.wikipedia.org/wiki;

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[1] De Rosa Hilda Zell hemos publicado un cuento (nº 6) y algunas poesías. Para los que no leyeron su biografía diremos, brevemente, que fue periodista ante todo. Escritora, poeta y luchadora por los derechos de la mujer, la cultura y la protección del consumidor,- usando el lenguaje actual-, desde los años 20-30 del siglo pasado. Especialmente destacada fue su labor en la prestigiosa revista cubana “Bohemia” donde desde 1948 hasta 1960 en que fue separada de su trabajo, publicó la Sección “Arroz con Mango” de donde tomamos el nombre para este blog. Publicó reportajes, artículos, cuentos, en casi toda la prensa cubana: desde La Tribuna de Manzanillo (1921) hasta la Revista Carteles. Fue también una defensora de las tradiciones cubanas y de su historia de la cual era profunda conocedora por vía directa a través de sus ancestros mambises (los Peraza de Camagüey) y su acción literaria y cultural. Cunda Suite guajira está ambientada en los primeros años del siglo XX cuando la adquisición de tierras por las empresas azucareras adquirió formas violentas o represivas. Son dos cuentos sobre Cunda. El otro queda para un próximo número, donde se produce el desenlace que se esboza aquí.

Si alguien lo encuentra, le recomendamos el libro “Mujeres en el periodismo cubano” de Ana Núñez Machín por su objetividad, imparcialidad y amplia selección de las muchas mujeres que contribuyeron a él de manera destacada. (Editorial Oriente 1989) Nota del editor.

[2] Los capromíidos (Capromyidae) son una familia de roedores conocidos vulgarmente como jutías. Son parecidos a los Cavia que habitan el Caribe. Se conocen 20 especies y la mitad están en riesgo de extinción. Recuerdan a los coipús o nutrias en varios aspectos y las especies más grandes alcanzan varios kilogramos de peso. Tienen cola, desde vestigial a prensil. Tienen el cuerpo robusto y cabezas grandes.

Muchas especies son herbívoros, aunque algunas comen pequeños animales. En vez de cavar cuevas, hacen nidos en los árboles o en cavidades rocosas.

Son cazados para carne en Cuba, donde suelen cocerse en grandes cacerolas con avellanas silvestres y miel. Una especie de jutía está referenciada en la Base Naval de Guantánamo como "rata de los bananos". es.wikipedia.org

[3] manigua. (Voz taína).1. f. Abundancia desordenada de algo, confusión, cuestión intrincada. 2. f. Antillas. Conjunto espeso de hierbas y arbustos tropicales.

[4] jagüey. 1. m. Nombre genérico de varias especies de árboles americanos grandes de la familia de las Moráceas, de hojas alternas y brillantes y fruto generalmente pequeño muy parecido al higo.

[5] guano 2. (De origen taíno...) 1. m. Cuba. Nombre genérico de palmas de tronco alto y redondo, sin ramas, con hojas en forma de abanico. El tronco de algunas especies se utiliza para hacer estacas, postes de cercas, pilotes, etc. Las hojas sirven como cubierta de techos. 2. m. Cuba y R. Dominicana. Hojas secas o pencas de las palmas. 3. m. Cuba y P. Rico. Materia algodonosa de la baya del árbol o palma de guano, utilizada para rellenar almohadas y colchones. 4. m. Cuba. dinero (moneda corriente).

[6] 2. f. Prenda de vestir de hombre que cubre la parte superior del cuerpo, con mangas cortas o largas, adornada con alforzas verticales, y, a veces, con bordados, y que lleva bolsillos en la pechera y en los faldones.

[7] 2. m. Americanismo. Nombre de varios árboles o plantas, como el curbaril o el cenízaro.

[8] palangana (jofaina): 1. f. Vasija en forma de taza, de gran diámetro y poca profundidad, que sirve principalmente para lavarse la cara y las manos.

[9] bohío. (Voz de las Antillas).1. m. Cabaña de (Iberoamérica) América, hecha de madera y ramas, cañas o pajas y sin más respiradero que la puerta. (Generalmente piso de tierra y, en Cuba, paredes de tablas de la palma, techada con sus ramas o pencas).

[10]guásima: 1. f. Cuba. Árbol que alcanza hasta seis metros de altura, de follaje abundante, hojas agudas y dentadas, flores blancas y frutos globosos, comestibles, de color blanco y rosa. (Famosa por ser donde generalmente la Guardia Rural (policía montada y militarizada) ahorcaba a campesinos rebeldes o dirigentes obreros molestos. Por su altura, se destaca en el contorno y es una advertencia contra “alborotadores”).

[11] ingenio ~ de azúcar. 1. m. Conjunto de aparatos para moler la caña y obtener el azúcar.

[12] alabancioso, sa. (De alabancia).1. adj. coloquial. jactancioso.

[13] furaño, -a: adjetivo. Huraño, ratoncillo de campo. Término procedente del galego. En Cuba, extranjero, ajeno, despectivo.

[14] Sistema de explotación de la tierra propiedad de otros, generalmente terratenientes. El que trabajaba la tierra debía entregar una parte al dueño, la cual estaba en dependencia de las condiciones de cada zona y país. El sistema sigue vigente en muchas partes del mundo. “En la medida que esto se fue transformando en un buen negocio, se produjo la valorización de la tierra y la generalización del arrendamiento, por el cual los terratenientes arrendaban tierras a familias de agricultores inmigrantes, a quienes cada vez le fue más difícil acceder a la propiedad de la tierra...” oni.escuelas.edu.ar

[15] yanqui: según las circunstancias, la persona y el país se aplica a los estadounidenses de forma afectuosa o no.

[16] El apocope usual de Facundo y Secundino es “Cundo”, en este caso,- al ser hembra-, Cunda.

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