miércoles, 26 de julio de 2017

287. Cuentos.

Las novelas del escritor estadounidense Jack London (1,876-1,916), casi todas, están basadas en hechos reales, vividos por él o tomadas de otras fuentes. A comienzos del siglo pasado, los EE.UU. estaban viviendo las consecuencias de la terrible crisis de 1,893, que hundió la vida económica y social. London vivió en primera persona o escucho muchas de sus narraciones, las que escribe con gran realismo. Recomiendo esta microbiográfia suya por objetiva y mesurada:

La Ley de la Vida.
El viejo Koskoosh escuchaba ávidamente. Aunque no veía desde hacía mucho tiempo, aún tenía el oído muy fino, y el más ligero rumor penetraba hasta la inteligencia, despierta todavía, que se alojaba tras su arrugada frente, pese a que ya no la aplicara a las cosas del mundo. ¡Ah! Aquélla era Sit-cum-to-ha, que estaba riñendo con voz aguda a los perros mientras les ponía las correas entre puñetazos y puntapiés. Sit-cum-to-ha era la hija de su hija. En aquel momento estaba demasiado atareada para pensar en su achacoso abuelo, aquel viejo sentado en la nieve, solitario y desvalido. Había que levantar el campamento. El largo camino los esperaba y el breve día moría rápidamente. Ella escuchaba la llamada de la vida y la voz del deber: no oía la de la muerte. Pero él tenía ya la muerte muy cerca.

Este pensamiento despertó un pánico momentáneo en el anciano. Su mano paralizada vagó temblorosa sobre el pequeño montón de leña seca que había a su lado. Tranquilizado al comprobar que seguía allí, ocultó de nuevo la mano en el refugio que le ofrecían sus raídas pieles y otra vez aguzó el oído. El tétrico crujido de las pieles medio heladas le dijo que habían recogido ya la tienda de piel de alce del jefe y que entonces la estaban doblando y apretando para colocarla en los trineos.

El jefe era su hijo, joven membrudo, fuerte y gran cazador. Las mujeres recogían activamente las cosas del campamento, pero el jefe las reprendió a grandes voces por su lentitud. El viejo Koskoosh prestó atento oído. Era la última vez que oiría aquella voz. ¡La que se recogía ahora era la tienda de Geehow! Luego se desmontó la de Tusken. Siete, ocho, nueve... Sólo debía de quedar en pie la del chaman. Al fin, también la recogieron. Oyó gruñir al chaman mientras la colocaba en su trineo. Un niño lloriqueaba y una mujer lo arrulló con voz tierna y gutural. Era el pequeño Koo-tee, una criatura insoportable y enfermiza. Sin duda, moriría pronto, y entonces encenderían una hoguera para abrir un agujero en la tundra helada y amontonarían piedras sobre la tumba, para evitar que los carcayús* desenterrasen el pequeño cadáver. Pero, ¿qué importaban, al fin y al cabo, unos cuantos años de vida más, algunos con el estómago lleno, y otros tantos con el estómago vacío? Y al final esperaba la Muerte, más hambrienta que todos. [*Carcayú: es un mamífero carnicero… parentesco de la comadreja, nativa de Norteamérica en Canadá, de manera similar a un oso y también habita en Alaska, Siberia y los partes nórdicos de Europa. Este término viene de su nombre científico “gulo gulo”; su forma correcta se llama “carcayú” del sueco antiguo “fjellfräs”. Fuente: https://definiciona.com/carcaju]

¿Qué ruido era aquél? ¡Ah, sí! Los hombres ataban los trineos y aseguraban fuertemente las correas. Escuchó, pues sabía que nunca más volvería a oír aquellos ruidos. Los látigos restallaron y se abatieron sobre los lomos de los perros. ¡Cómo gemían! ¡Cómo aborrecían aquellas bestias el trabajo y la pista! ¡Allá iban! Trineo tras trineo, se fueron alejando con rumor casi imperceptible. Se habían ido. Se habían apartado de su vida y él se enfrentó solo con la amargura de su última hora. Pero no; la nieve crujió bajo un mocasín; un hombre se detuvo a su lado. Una mano se apoyó suavemente en su cabeza. Agradeció a su hijo este gesto. Se acordó de otros viejos cuyos hijos no se habían despedido de ellos cuando la tribu se fue. Pero su hijo no era así. Sus pensamientos volaron hacia el pasado, pero la voz del joven lo hizo volver a la realidad.

-¿Estás bien? - le preguntó. Y el viejo repuso: Estoy bien.

-Tienes leña a tu lado -dijo el joven-, y el fuego arde alegremente. La mañana es gris y el frío ha cesado. La nieve no tardará en llegar. Ya nieva. -Sí, ya nieva.

-Los hombres de la tribu tienen prisa. Llevan pesados fardos y tienen el vientre liso por la falta de comida. El camino es largo y viajan con rapidez. Me voy. ¿Te parece bien?

-Sí. Soy como una hoja del último invierno, apenas sujeta a la rama. Al primer soplo me desprenderé. Mi voz es ya como la de una vieja. Mis ojos ya no ven el camino abierto a mis pies, y mis pies son pesados. Estoy cansado. Me parece bien.

Inclinó sin tristeza la frente y así permaneció hasta que hubo cesado el rumor de los pasos al aplastar la nieve y comprendió que su hijo ya no lo oiría si lo llamase. Entonces se apresuró a acercar la mano a la leña. Sólo ella se interponía entre él y la eternidad que iba a engullirlo. Lo último que la vida le ofrecía era un manojo de ramitas secas. Una a una, irían alimentando el fuego, e igualmente, paso a paso, con sigilo, la muerte se acercaría a él. Y cuando la última ramita hubiese desprendido su calor, la intensidad de la helada aumentaría. Primero sucumbirían sus pies, después sus manos, y el entumecimiento ascendería lentamente por sus extremidades y se extendería por todo su cuerpo. Entonces inclinaría la cabeza sobre las rodillas y descansaría. Era muy sencillo.

Todos los hombres tenían que morir. No se quejaba. Así era la vida y aquello le parecía justo. Él había nacido junto a la tierra, y junto a ella había vivido: su ley no le era desconocida. Para todos los hijos de aquella madre la ley era la misma. La naturaleza no era muy bondadosa con los seres vivientes. No le preocupaba el individuo; sólo le interesaba la especie. Ésta era la mayor abstracción de que era capaz la mente bárbara del viejo Koskoosh, y se aferraba a ella firmemente. Por doquier veía ejemplos de ello. La subida de la savia, el verdor del capullo del sauce a punto de estallar, la caída de las hojas amarillentas: esto resumía todo el ciclo. Pero la naturaleza asignaba una misión al individuo. Si éste no la cumplía, tenía que morir. Si la cumplía, daba lo mismo: moría también. ¿Qué le importaba esto a ella?

Eran muchos los que se inclinaban ante sus sabias leyes, y eran las leyes las que perduraban; no quienes las obedecían. La tribu de Koskoosh era muy antigua. Los ancianos que él conoció de niño ya habían conocido a otros ancianos en su niñez. Esto demostraba que la tribu tenía vida propia, que subsistía porque todos sus miembros acataban las leyes de la naturaleza desde el pasado más remoto. … Ellos no contaban; eran simples episodios. Habían pasado como pasan las nubes por un cielo estival. Él también era un episodio y pasaría. ¡Qué importaba él a la naturaleza! Ella imponía una misión a la vida y le dictaba una ley: la misión de perpetuarse y la ley de morir.

Era agradable contemplar a una doncella fuerte y de pechos opulentos, de paso elástico y mirada luminosa. Pero también la doncella tenía que cumplir su misión. La luz de su mirada se hacía más brillante, su paso más rápido; se mostraba, ya atrevida, ya tímida con los varones, y les contagiaba su propia inquietud. Cada día estaba más hermosa y más atrayente. Al fin, un cazador, a impulsos de un deseo irreprimible, se la llevaba a su tienda para que cocinara y trabajase para él y fuese la madre de sus hijos. Y cuando nacía su descendencia, la belleza la abandonaba. Sus miembros pendían inertes, arrastraba los pies al andar, sus ojos se enturbiaban y destilaban humores. Sólo los hijos se deleitaban ya apoyando su cara en las arrugadas mejillas de la vieja squaw, junto al fuego. La mujer había cumplido su misión. Muy pronto, cuando la tribu empezara a pasar hambre o tuviese que emprender un largo viaje, la dejarían en la nieve, como lo habían dejado a él, con un montoncito de leña seca. Ésta era la ley.

Colocó cuidadosamente una ramita en la hoguera y prosiguió sus meditaciones. … Cuando el conejo envejecía, perdía la agilidad, ya no podía huir de sus enemigos. Incluso el gran oso se convertía en un ser desmañado, ciego, y gruñón, para terminar cayendo ante una chillona jauría de perros de trineo. Se acordó de cómo él también había abandonado un invierno a su propio padre en uno de los afluentes superiores del Klondike. Fue el invierno anterior a la llegada del misionero con sus libros de oraciones y su caja de medicinas. Más de una vez Koskoosh había dado un chasquido con la lengua al recordar aquella caja..., pero ahora tenía la boca reseca y no podía hacerlo. Especialmente el «matadolores» [whisky malo] era bueno sobremanera. Pero el misionero resultaba un fastidio, al fin y al cabo, porque no traía carne al campamento y comía con gran apetito. Por eso los cazadores gruñían. Pero se le helaron los pulmones allá en la línea divisoria del Mayo, y después los perros apartaron las piedras con el hocico y se disputaron sus huesos.

Koskoosh echó otra ramita al fuego y evocó otros recuerdos más antiguos: aquella época de hambre persistente en que los viejos se agazapaban junto al fuego con el estómago vacío, y sus labios desgranaban oscuras tradiciones de tiempos remotos en que el Yukón estuvo sin helarse tres inviernos y luego se heló tres veranos seguidos. Él perdió a su madre en aquel período de hambre. En verano fracasó la pesca del salmón; la tribu esperaba que llegase el invierno y, con él, los caribúes. Pero llegó el invierno y los caribúes no llegaron. Nunca se había visto algo igual, ni siquiera en los tiempos de los más ancianos. El caribú no llegó, y así pasaron siete meses. Los conejos escaseaban y los perros no eran más que manojos de huesos. Durante los largos meses de oscuridad los niños lloraron y murieron y, con ellos, los viejos y las mujeres. Ni siquiera uno de cada diez de los hombres de la tribu vivió para saludar al sol cuando éste volvió en primavera. ¡Qué hambre tan espantosa fue aquélla!

Pero también recordaba épocas de abundancia en que la carne se les echaba a perder en las manos y los perros engordaban y se movían con pereza de tanto comer, épocas en que ni siquiera se molestaban en cazar. Las mujeres eran fecundas: las tiendas se llenaban de niños varones y niños mujeres, que dormían amontonados. Los hombres, ahítos, resucitaban antiguas rencillas y cruzaban la línea divisoria hacia el Sur para matar a los pellys, y hacia el Oeste para sentarse junto a los fuegos apagados de los tananas.

Se acordó de un día en que, siendo muchacho y hallándose en plena época de abundancia, vio cómo los lobos acosaban y derribaban a un alce. Zing-ha estaba tendido con él en la nieve para observar la contienda. Zing-ha, que, andando el tiempo, se convirtió en el más astuto de los cazadores y terminó sus días al caer por un orificio abierto en el hielo del Yukon. Un mes después lo encontraron tal como quedó, con medio cuerpo asomando por el agujero donde lo sorprendió la muerte por congelación.


Sus pensamientos volvieron al alce. Zing-ha y él salieron aquel día para jugar a ser cazadores, imitando a sus padres. En el lecho del arroyo descubrieron el rastro reciente de un alce, acompañado de las huellas de una manada de lobos. «Es viejo -dijo Zing-ha examinando las huellas antes que él-. Es un alce viejo que no puede seguir al rebaño. Los lobos lo han separado de sus hermanos y ya no lo dejarán en paz.» Y así fue. Era la táctica de los lobos. De día y de noche lo seguían de cerca, incansablemente, saltando de vez en cuando a su hocico. Así lo acompañaron hasta el fin. ¡Cómo se despertó en Zing-ha y en él la pasión de la sangre! ¡Valdría la pena presenciar la muerte del alce!

[…] Llegaron a otro punto donde el alce había conseguido escalar la orilla y alcanzar el bosque. Pero sus enemigos lo atacaron por detrás y él retrocedió y cayó sobre ellos, aplastando a dos y hundiéndolos profundamente en la nieve. No había duda de que no tardaría en sucumbir, pues los lobos ni siquiera tocaron a sus hermanos caídos. Los rastreadores pasaron presurosos por otros dos lugares donde el alce también se había detenido brevemente. El sendero aparecía teñido de sangre y las grandes zancadas de la enorme bestia eran ahora cortas y vacilantes. Entonces oyeron los primeros rumores de la batalla: no el estruendoso coro de la cacería, sino los breves y secos ladridos indicadores del cuerpo a cuerpo y de los dientes que se hincaban en la carne. Zing-ha avanzó contra el viento, con el vientre pegado a la nieve, y a su lado se deslizó él, Koskoosh, que en los años venideros sería el jefe de la tribu. Ambos apartaron las ramas bajas de un abeto joven y atisbaron. Sólo vieron el final.

Esta imagen, como todas las impresiones de su juventud, se mantenía viva en el cerebro del anciano, cuyos ojos ya turbios vieron de nuevo la escena como si se estuviera desarrollando en aquel momento y no en una época remota. Koskoosh se asombró de que este recuerdo imperase en su mente, pues más tarde, cuando fue jefe de la tribu y su voz era la primera en el consejo, había llevado a cabo grandes hazañas y su nombre llegó a ser una maldición en boca de los pellys, eso sin hablar de aquel forastero blanco al que mató con su cuchillo en una lucha cuerpo a cuerpo.
Siguió evocando los días de su juventud hasta que el fuego empezó a extinguirse y el frío lo mordió cruelmente. Tuvo que reanimarlo con dos ramitas y calculó lo que le quedaba de vida por las ramitas restantes. Si Sit-cum-to-ha se hubiera acordado de su abuelo, si le hubiese dejado una brazada de leña mayor, habría vivido más horas. A la muchacha le habría sido fácil dejarle más leña, pero Sit-cum-to-ha había sido siempre una criatura descuidada que no se preocupaba de sus antepasados, desde que el Castor, hijo del hijo de Zing-ha, puso los ojos en ella.

… Aguzó el oído en el silencio de la tundra, y así permaneció unos momentos. A lo mejor su hijo se enternecía y volvía con los perros para llevarse a su anciano padre con la tribu a los pastos donde abundaban los rollizos caribúes. Al aguzar el oído, su activo cerebro dejó momentáneamente de pensar. Todo estaba inmóvil. Su respiración era lo único que interrumpía el gran silencio... Pero ¿qué era aquello? Un escalofrío recorrió su espina dorsal. Un largo y quejumbroso aullido que le era familiar había rasgado el silencio... Y procedía de muy cerca... Se alzó de nuevo ante su turbia mirada la visión del alce, del viejo alce de flancos desgarrados y cubiertos de sangre, con la melena revuelta y acometiendo hasta el último instante con sus grandes y ramificados cuernos. Vio pasar raudamente las formas grises, de llameantes ojos, lenguas colgantes y colmillos desnudos. Y vio, en fin, cómo se cerraba el círculo implacable hasta convertirse en un punto oscuro sobre la nieve pisoteada.

Un frío hocico rozó su mejilla y, a su contacto, el alma del anciano saltó de nuevo al presente. Su mano se introdujo en el fuego y extrajo de él una rama encendida. Dominado instantáneamente por su temor ancestral al hombre, el animal se retiró, lanzando a sus hermanos una larga llamada. Éstos respondieron ávidamente, y pronto se vio el viejo encerrado en un círculo de siluetas grises y mandíbulas babeantes. Blandió como loco la tea, y los bufidos se convirtieron en gruñidos... Pero las jadeantes fieras no se marchaban. De pronto, uno de los lobos avanzó arrastrándose, y al punto le siguió otro, y otro después. Y ninguno retrocedía...

-¿Por qué me aferro a la vida? - se preguntó. Arrojó el tizón a la nieve. La ardiente rama se apagó con crepitante chisporroteo. Los lobos lanzaron gruñidos de inquietud, pero el círculo no se deshizo. Koskoosh volvió a ver el final de la lucha del viejo alce y, desfallecido, inclinó la cabeza sobre las rodillas. ¿Qué importaba la muerte? Había que acatar la ley de la vida.


LAS RECETAS DE LA ABUELA.
La gastronomía de los EE.UU. corresponde a una mezcla muy variada y algo de otras gastronomías. Esto es así debido a que es un Estado creado fundamentalmente de inmigrantes procedentes de diferentes países de Europa, América Latina, Asia, África, etc.

Hot Dog = Perro caliente.
Los perros calientes son compuestos de carne de res, cerdo y a veces pavo y pollo. Se le pueden añadir una gran variedad de condimentos, que, al igual que la pizza, definen las diferentes variedades regionales. Típicamente, los perros calientes se comen con salsa de tomate (ketchup) y mostaza (mustard). Los hot dogs de Chicago usan tomates (tomatoes), cebolla picada (chopped onion), chile (chili), pepinillos en vinagre (pickles) y sal de apio (celery salt). Los perros calientes son tan un plato tan popular que cada año hay un concurso para ver quién puede comer más perros calientes en New York City.

Receta de Hot dog auténtico estadounidense.


Ingredientes:
1 panecillo alargado.
1 salchicha de Frankfurt.
Salsa kétchup.
Mostaza.
Tiras de col cruda caliente.
Lonchas beicon.
Queso rallado.

Procedimiento:
1.-Tomamos una plancha o sartén antiadherente y freímos la salchicha; en la misma sartén calentamos el panecillo alargado.

2.-Abrimos el panecillo y lo rellenamos con la salchicha; añadiéndole mostaza o Kétchup. también podemos añadir unas tiras de col caliente, o unas lonchas de beicon crujiente, queso rallado, según el gusto.

Para mí, con beicon y mostaza; hay personas a las que les gusta con todo mezclado, comer inmediatamente, y si es por la calle, mejor. Típico estadounidense.

DEL HOGAR Y ALGO MÁS…
La vitamina E,- en su fuente natural-, consta de un grupo de 8 isómeros vitaminas liposolubles que ayudan a prevenir el estrés oxidativo del cuerpo; ayudan con otras vitaminas al cuerpo. Una cantidad apropiada de vitamina E puede ayudar a proteger contra las enfermedades del corazón, el cáncer y el deterioro de la vista por la edad (degeneración macular). Por el contrario, demasiada vitamina E, por tomar suplementos de vitaminas, puede producir sangrados y hemorragias. [Isómero: 1. adj. Dicho de dos o más cuerpos que, con igual composición química, tienen distintas propiedades físicas.]

Los alimentos con vitamina E, como los que presentamos en la lista siguiente, son considerados seguros y saludables. La CDR (Cantidad Diaria Recomendada) de vitamina E es de 20 mg. A continuación tienes una lista de alimentos con vitamina E. Para conocer más, consulta la lista extendida de alimentos ricos en vitamina E más abajo.

Beneficios en la salud de la vitamina E: Reduce el riesgo de enfermedades del corazón: La vitamina E se cree que ayuda a prevenir las enfermedades del corazón porque reduce la oxidación de las lipoproteínas de baja densidad (LDL) que hay en el colesterol, y ayuda a prevenir los coágulos sanguíneos que pueden producir un ataque al corazón. Los estudios aportan resultados contradictorios en cuanto a la eficacia de los suplementos. [¿Por qué los suplementos no tienen el mismo efecto que el alimento? ¿Sólo por el posible exceso o existe otra causa?]

Reduce el riesgo de cáncer. (Polémica) La vitamina E puede ayudar a reducir el riesgo de cáncer porque actúa como antioxidante y previene de la formación de nitrosaminas potencialmente cancerígenas generadas en el estómago por los nitritos en los alimentos.
Protege la salud de los ojos. (Previene la degeneración macular) (Polémica) Al menos un estudio ha confirmado que la toma de la CDR de vitamina E reduce el riesgo de daños relacionados con los ojos (degeneración macular) en un 20%. Otros estudios, sin embargo, no encontraron ninguna asociación.

Alivio de la inflamación crónica: Estudios preliminares han mostrado que la vitamina E ayuda a mediar en la respuesta inflamatoria; puede ayudar con la diabetes de tipo 2, o la insuficiencia cardíaca crónica, de quienes sufren inflamación crónica.

Reduce el riesgo de ELA (Esclerosis Lateral Amiotrófica, enfermedad de Lou Gehrig). (Polémica): Un estudio de larga duración encontró que una mayor ingesta de vitamina E durante 5 años podría reducir el riesgo de ELA. Se necesitan más estudios porque la cantidad de muestras fueron pocas.

Advertencia: Altas dosis de complementos de vitamina E pueden suprimir la coagulación de la sangre, por lo que produce un riesgo del aumento de sangrados y hemorragias; las nueces, las semillas y los aceites son alimentos altos en calorías y deben consumirse en cantidades moderadas por personas con un alto nivel de masa corporal.
Información detallada del National Institutes of Health, (NIH): https://ods.od.nih.gov/pdf/factsheets/VitaminE-

INFORMACIONES ÚTILES PARA MEJORAR NUESTRA SALUD:
¿Cocina al aire libre? No se olvide del termómetro para alimentos Mantener todo a una temperatura segura previene enfermedades transmitidas por los alimentos.

Grasas saludables en la dieta ayudan a reducir el colesterol alto Consumirlas puede reducir el riesgo de enfermedad cardíaca con la misma efectividad que las estatinas, afirman unos expertos cardíacos.

¿Pueden el café y el té proteger al hígado de la dieta 'occidental'? Esas bebidas podrían ayudar a proteger de la enfermedad del hígado graso, sugiere una investigación inicial.

Vinculan un peso más elevado en el embarazo con mayor riesgo de defectos congénitos Pero los investigadores señalan que el riesgo absoluto es bajo. [En algo tan serio y trascendente, mejor no correr riesgos. Controlar el peso es, generalmente, cuestión de voluntad y deseo de hacerlo.]

¿A usted quién le parece obeso? Se espera que las mujeres blancas sean delgadas, y las negras no tanto, encuentra un estudio. [¿Quién lo espera: un blanco, un asiático?]

Es más probable que las mujeres recuerden a las modelos de talla grande Usar unos tipos de cuerpo más realistas resulta mejor, sugiere un pequeño estudio.

Personas que comen pescado reportan menos dolor por artritis reumatoide Un estudio sugiere que la mayoría de tipos de pescado podrían tener un rol en el control de los síntomas.

Prevenga que la parrilla de la barbacoa le dé una desagradable sorpresa Los cepillos de cerdas de metal pueden suponer un riesgo de lesión. Los vínculos son de HealthDay, si no se especifica otra fuente.

POESÍA.


PARA REFRESCAR.


3. Ofertón: por error venden TV LED 42" ¡a 64 pesos! [Si no los vendían la empresa podría tener que pagar hasta trescientos mil pesos mexicanos.] Taringa.net



1. ¿A quién salvarías? Le dice una mujer a su marido:
- Si un león me atacara a mí y a mi madre, ¿a quién salvarías primero? - Pues, ¡al león!

2. El champú engorda: - ¡Ya sé porqué estoy engordando, es el champú! - ¿Estás seguro? - Sí, tío, hoy he leído la etiqueta y dice "para dar cuerpo y volumen". Desde hoy empiezo a bañarme con jabón de lavar platos. -¿Qué dices?
- Está claro, ahí pone que "disuelve la grasa, hasta la más difícil"...

3. Problemas de salud: - Doctor, doctor,...me tiro peos sin olor. - A ver, tírese uno. - Pffff... A usted tenemos que operarlo. - ¿De la barriga? - No, ¡de la nariz!

4. ¡Hola, guapa! - Hola guapa, ¿me dices tú teléfono? - Un iPhone. - Pero el número.
- El 5.

5. ¿Cómo se despiden los químicos? Ácido un placer.

6. Tipo saludable: - Soy un tipo saludable. - Ah. ¿Comes sano y todo eso? - No, la gente me saluda... Fuente: http://chistescortos.yavendras.com

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Próxima edición: 9-10 de agosto.

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