Manuel de la Cruz[1].
I. La llama de la hoguera, ondulando, retorciéndose furiosa con crepitantes estallidos, coronada de aborregado penacho de humo negro, esmaltado de chispas de rubí y oro, ilumina con su rojo resplandor los rostros de tres hombres acurrucados a su alrededor a la moruna usanza, maniatados, descalzos, harapientos. Son tres prisioneros: el uno, sexagenario, es el padre de los otros, dos mozos de recia complexión cuyas maneras, fisonomías y lenguaje, contrastan con su aspecto de desarrapados labriegos.
Un soldado, envuelto en una frazada, fusil al hombro, va y viene a espaldas de los presos patrullando en el herboso suelo, con la grave insolencia de su oficio, yendo de la zona de luz ígnea a la zona de sombras como andante y fantástico espectro. A lo lejos, al resplandor de otras hogueras que flamean y ondulan como cabelleras o destejidas banderas de color de ascua, vense los cucuruchos de las tiendas entre los grises paramentos[2] de los ranchos, interrumpiendo a intervalos el majestuoso silencio de la noche, ornada con todas sus coronas de diamantes, las voces de alerta de los centinelas o el ruido del piafar de las caballerías.
El viento de la noche arremolina los blancos cabellos del anciano, alumbrando la luz de la hoguera sus ojos negros, centelleantes, su nariz aguileña, corta y fina, su barba de algodón rala y desigual, su frente amplia y lustrosa, su cutis tostado, con estrías de pergamino y la apretada trabazón del cordaje de nervios de su cuerpo magro. Los hijos, copias aumentadas del anciano, morenos, musculosos, bien proporcionados, ostenta el uno poblada barba de abencerraje[3] de color castaño, estatura más elevada y fisonomía más varonil que el otro cuyo labio sombrea finísimo bozo y cuyo semblante ofrece expresión más dulce y apacible.
Agüero y sus dos hijos, miembros de una estirpe que, como otras muchas cuyos solares[4] radican en los llanos del centro y en las montañas de Oriente, podrían pintar en su escudo, como blasón gloriosísimo, el andamio del patíbulo en campo azul y bajo los rayos del pálido véspero[5]; más que rebelde en servicio de armas, eran adictos servidores de las legiones revolucionarias. Hallándose los tres en aquel mismo campamento en que estaban cautivos, y en el que había pernoctado la víspera una fuerza cubana, fueron sorprendidos por las guerrillas[6] del comandante español Romaní, provinciano de Cataluña, acreditado de bravo y tenaz, y que operaba en la zona que corre a orillas del camino de hierro que va desde Puerto Príncipe a Nuevitas. Un flanqueo deslizándose sigiloso por entre la manigua[7] como una sierpe, los rodeó con su cadena de anillos humanos, y se rindieron sin poder intentar ni la fuga ni la resistencia, sin negar su abolengo ni su oficio. En vano el comandante Romaní, (Foto de baraunda.blogspot.com) fulminando tremebundas amenazas, intentó arrancarles confesiones favorables a sus planes; el anciano y sus hijos respondieron con la negativa lacónica, enérgica e iracunda de la dignidad ofendida. El problema quedaba planteado, el conflicto era inevitable; Romaní, terco, volvería a la carga; ellos, firmes, se obstinarían en callar, y como no habrían de rescatar la vida a precio de traición tendrían que aceptar la muerte heroica, oscura e ignorada, en el desierto llano, avara necrópolis de anónimos martirios y desconocidas heroicidades, que no admite, como las olas del océano, lápidas ni mausoleos. Así discurría en silencio el anciano, cuando viendo el cielo limpio de estrellas, se volvió a sus hijos diciéndoles de súbito, como si concluyese un pensamiento interior:
-Pronto va aclarar. El comandante insistirá en que cantemos. ¡Ni guías, ni delatores, antes morir mil veces!
II. A un lado del campamento, en un yermo calizo, vasta calvicie de la sabana, se alinearon los guerrilleros en correcta formación, graves e inmóviles, sobre sus cabalgaduras, desnudos los empavonados aceros, que chispeaban al tibio beso del sol. Romaní, de pie junto a la fila de jinetes del primer término, ordenó a un alférez condujese allí los prisioneros a la vez que prevenía a un cabo tuviese listo cuatro tiradores para acudir a su llamamiento.
Entre un cerco de bayonetas, descalzos, desnudas las cabezas, atados codo con codo, harapientos, demacrados por la vigilia, aparecieron los prisioneros. El anciano Agüero, cuyos blancos cabellos arremolinaba el soplo de la mañana en flotantes copos de algodón, paseó la majestuosa mirada por la línea de jinetes, avanzó resueltamente hacia Romaní, cejijunto y con expresión de energía fiera y serena. La voz del comandante le detuvo, se paró como clavado en el suelo, y con arrogante desdén oyó la pregunta de ordenanza[8]:
-Prisioneros, ¿persisten ustedes en callar?
-Sí, señor- repuso el anciano, crispado el labio y moviendo la cabeza automáticamente.
-¡Prisioneros, el silencio es vuestra sentencia de muerte!
-Pues que se cumpla. No se muere más que una vez.
-Viejo, no me tiente usted, porque... ¡voto a Dios!
Agüero se encogió de hombros, y agregó:
-Ya huelgan las amenazas, señor. Nos sobran valor y vergüenza para sacrificarles la vida.
Romaní no replicó, pero con ademán airado hizo avanzar el grupo de ejecutores que se desplegaron delante de la línea, quedando en el medio, cruzado de brazos, silencioso y sombrío, el inexorable comandante. Rígidos, absortos, estucados en su grave inmovilidad, subyugados por la tragedia que se iba a desenlazar a su vista, los demás testigos de la solemne escena miraban con ojos desmesurados, siguiendo con viva ansiedad los gestos y movimientos de los actores.
Agüero, volviéndose al menor de sus hijos:
-¡Primero tú, anda!- le dijo.
(Foto de ensegundos.net) El joven, erguida la cabeza de adolescente coronada de negros rizos, fue a colocarse junto a las bocas de los rifles que le fulminaban los tiradores. Cuando tornaba el rostro hacía su padre, partió la descarga horadándole el pecho. El primogénito, en el vigor de la edad viril, que reproducía mejor los firmes perfiles de su padre, echó a andar con paso reposado, miró un instante el ensangrentado cadáver de su hermano, cuyas ropas ardían, luego clavó los ojos en los ojos centelleantes de su progenitor, al que saludó con reverencia profunda, y cayó de costado, habiéndole la descarga hecho girar sobre sus talones. El anciano miró a Romaní con diabólica mirada, entreabrió los labios como si fuese a proferir tremenda maldición, siguió con paso acelerado para donde yacían sus hijos que formaban como una cruz de cadáveres, tornó los ojos al cielo, sacudió la encanecida cabeza con gesto de loco, y en un clamor más que grito de era rugido de león:
-¡Fuego!- gritó- ¡Viva Cuba libre!...
Y cayó boca bajo, extendidos los brazos, como si fuera a estrechar contra su pecho aquellos pedazos de su alma.
Consumado el horrendo sacrificio, tras un momento de pavoroso silencio, Romaní, lívido, mesándose los cabellos, exclamó con vozarrón estentóreo:
-¡Mi caballo!
Una vez puesto en la silla, contempló un instante el grupo de los muertos que parecía imagen de la inmolación que en sus tres etapas afrontaba aquella generación, y añadió:
-¡En marcha; las auras[9] sepultarán a esos perros!
III. Una mañana del mes de junio de 1873, Henry M Reeve[10], con ciento veinte dragones, acampaba en la hacienda Yucatán, situada entre la ciudad de Puerto Príncipe y la Sierra de Cubitas, que era la zona en que operaba el infatigable Romaní.
(Imagen de elgrancapitan.es) No habían acabado de descabalgar los jinetes de Reeve, cuando la guardia, apostada en el altozano en que se alzaban las ruinas de la casa solariega, anunció la aproximación del enemigo, compuesto de una guerrilla montada y otra de infantes. Venía a su frente el comandante Romaní, que había salido en persecución de unos merodeadores que la víspera habían saqueado un suburbio. Reeve, por su parte, había resuelto acampar en Yucatán, como sitio seguro, para conceder algunos días de descanso a sus fuerzas. En la mutua sorpresa, mientras los dragones de Reeve obedecían al toque de botasillas[11], los jinetes de Romaní disparaban sobre ellos una granizada de plomo.
El capitán Larrieta, conterráneo de Romaní, que había pertenecido al cuerpo de la Guardia Civil y que defendió con bravura y acrisolada lealtad la causa de la emancipación de Cuba, recibió en aquella primera y única descarga un balazo en la boca, que le quebrantó un hueso. El plomo, que le hirió de rebote, estaba frío, por lo cual el capitán, chasqueando la lengua, pudo arrojarlo diciendo:
-Así escupo las balas, como saliva.
Seguidamente se trabó la pelea al arma blanca. Sables y machetes centellean al sol, culebrean en torno de las cabezas de agresores y agredidos como argentados relámpagos, se entrechocan con agudas vibraciones, la sangre gotea de los filos, mana a chorros sobre la hierba esmaltada de rocío, los caballos se desploman pesadamente triscando en la hierba seca sin exhalar una queja, derramando silenciosa lágrima; a ratos no hay más ruidos que el del trajín animal de la matanza, sin voces humanas, sin notas sonoras de clarines; ayees[12], estertores, ronquidos, choques, topetazos, alaridos, rugidos, rumores de piaras, de corral, de leoneras.
Muerto de un tajo su tordo, enronquecido de tanto vocear, tiznado de pólvora y manchado de sangre, pálido, Romaní, en el delirio de la desesperación, viendo el llano cubierto de cadáveres de sus guerrilleros, mientras otros huían a la desbandada, perseguidos por los dragones cubanos, con gesto de furioso, se desgarró los pantalones, arrollándoselos en las rodillas a la manera de maniota[13] para cortarse la retirada. Empuñaba en la diestra el rifle de un guerrillero que caído a su lado y el cual disparó hasta que le abandonaron las fuerzas, no la bélica energía. La sangre que manaba de sus heridas le hizo tambalearse; en el vértigo del último desmayo, se alzó sobre los talones, y recordando acaso el postrer grito del anciano Agüero, murmuró con voz ronca:
-¡Viva España!
Y esputando espumarajos sanguinolentos rodo sin vida sobre el esparto de la llanura, donde yacían ciento diez soldados y cinco capitanes. Sobrevivieron a la rota, de los que hicieron la del humo, cuarenta guerrilleros y dos oficiales.
(Como vemos, Manuel de la Cruz reconoce a unos y otros virtudes y defectos. Su lenguaje literario es el del siglo XIX. Los Episodios se basan en los hechos que los combatientes de uno y otro bando narraron y él investigó, poniendo el toque lirico donde lo considero necesario. Recordar es volver a vivir: los muertos de la Patria nunca deben ser olvidados).
LAS RECETAS DE LA ABUELA.
MAJARETE:
(Foto de: lauraslittekichen.blogspot.com)
El majarete es un dulce hecho con maíz, muy conocido en las Antillas; cada país le añade su característica propia. El origen se remonta a la época de la colonia. Su preparación y degustación se ha trasmitido de generación en generación, siendo un dulce tradicional de su cocina.
Esta Receta de la Abuela es la que se prepara en el occidente de Cuba.
Ingredientes (para 4 personas)
4 mazorcas de maíz bien tierno.
1 lata de leche evaporada.
2 vasos de 8 onzas de leche entera.
Leche condensada para endulzar al gusto.
6 góticas de vainilla.
1 pizca de sal (la puntica de una cucharadita de café o te).
2 pedacitos de canela.
½ vaso de agua.
Procedimiento:
El majarete es el jugo del maíz molido: es una especie de puré muy fino. Su secreto está en que no se sienta el grano ni restos duros.
1.- Desgrane el maíz de las mazorcas tiernas; mézclelo con el agua, muélalo, si le es posible primero, y después, para terminar de desmenuzarlo, páselo por una licuadora hasta que se deshaga en una pasta lechosa; cuele esa mezcla y apártela hasta que realice el siguiente paso.
2.- Ponga a calentar un vaso de leche entera y la lata de leche evaporada, las dos ramitas de canela, la vainilla y la sal; agréguele tanta leche condensada como sea de su gusto para el dulzor que adquirirá la mezcla.
3.- Introduzca el maíz tierno molido, batido y colado en la leche. Revuelva constantemente a fuego medio, para evitar que se pegue; cuando comience a hervir. Manténgalo durante cinco minutos en el fuego, transcurrido ese tiempo, apáguelo. Cuando se refresque la mezcla, échelo en las copas o pozuelos y espolvoree con canela molida. ¡Ya está el majarete!
Es un dulce finísimo por su consistencia, exquisito al paladar y con un alto valor nutritivo. Puede comerse caliente o frío, según el gusto. ¡Que no se produzcan peleas por la cazuela! ¡ Que lo disfruten!
DE MEDICINA, CIENCIA, TÉCNICA Y ALGO MÁS…
Amenazan a deudores morosos con desalojo...del cementerio. BBC. Anelise Infante. Madrid. La alcaldía de Zaragoza, en España, puso en marcha una campaña para alertar a sus habitantes que de no pagar las cuotas pendientes con los cementerios se procederá a retirar los restos de sus seres queridos.
Aprovechando la próxima celebración del Día de los Santos Difuntos, que en España se recuerdan el día 1 de noviembre, la alcaldía colocó adhesivos en las lápidas advirtiendo que la sepultura tiene pagos pendientes y que los familiares tienen 15 días para saldar sus deudas.
Los avisos ya se han colocado en 2.000 tumbas nichos. Se trata de las tasas cobradas por el mantenimiento de los cementerios y que los familiares deben pagar periódicamente. Según se informó, el impago de estas cuotas supondrá la exhumación de los restos mortales, que serían traspasados a fosas comunes.
La alcaldía explicó que necesita recaudar fondos en tiempos de crisis y que no tienen forma de prolongar el plazo de impago de los familiares de difuntos. Detallaron que hay al menos 30.000 que tienen deudas con el ayuntamiento desde el año 1985.
(...) En los adhesivos colocados en las sepulturas aparece el nombre completo del difunto, las coordenadas de localización de su tumba en el cementerio y, en letras mayúsculas rojas, la frase "Nicho caducado".
El mensaje es una indicación para que los responsables pasen por la administración y realicen el pago pendiente, que es de unos US$145 por cada cinco años de sepultura.
Según la nota enviada por la alcaldía, de las primeras 500 familias contactadas para saldar la deuda, apenas 10 respondieron expresando su intención de pagar. Según el municipio, el proceso de exhumación obedece a trámites legales. Si se prolonga una deuda los cementerios tienen el derecho a quitar los cuerpos. Por esta causa ya fueron retirados los restos de 90 personas y colocados en fosas comunes. Otros 484 ya están en trámite para su próxima reubicación. (Después de muertos, ¡nos siguen persiguiendo los impuestos!
POESÍA…
RICARDO JAIMES FREYRE (1868 -1933). Artista exquisito, original; creador de ritmos nuevos. Fulgurante personalidad de la América española. Poeta; Iniciador del Modernismo que, de América, repercutió en España. Fundó con Rubén Darío la Revista de América en Buenos Aires. Inició su obra literaria en la Argentina. Poeta augural[14], abrió las puertas de la poesía libérrima del presente.
Obras: media docena de libros importantes sobre diferentes aspectos (…) que son un hito en la poesía americana por su honda emoción humana, la profundidad de sentimientos, su filosofía, la sugestión misteriosa...
Bolivia y la Argentina comparten la gloria de este artista. Sus restos descansan en Tacna, ciudad del sur de Perú. Antiguamente Tacna fue capital de la República Sud-Peruana y la sede el gobierno de la confederación Perú-Boliviana. (Datos y foto de los-poetas.com)
LO FUGAZ
La rosa temblorosa
se desprendió del tallo,
y la arrastró la brisa
sobre las aguas turbias del pantano.
Una onda fugitiva
le abrió su seno amargo
y estrechando a la rosa temblorosa
la deshizo en sus brazos.
Flotaron sobre el agua
las hojas como miembros mutilados
y confundidas con el lodo negro
negras, aún más que el lodo, se tornaron,
pero en las noches puras y serenas
se sentía vagar en el espacio
un leve olor de rosa
sobre las aguas turbias del pantano.
PARA REFRESCAR…
(Imagen de flamolid.wordpress.com)
Pregunta: ¿Cual es la definición más correcta de Globalización?
Respuesta: La muerte de la Princesa Diana
Pregunta: ¿por qué?
Respuesta: Una princesa inglesa con su enamorado egipcio, tiene un accidente en un túnel francés, dentro de un coche alemán, con motor holandés, conducido por un belga borracho de whisky escocés, que era perseguido por paparazis italianos en motos japonesas. La princesa fue tratada por un médico austriaco que usó medicamentos suizos.
Ahora estas recibiendo este mensaje escrito por un español usando tecnología americana (Bill Gates) con programas (software) instalados de empresas europeas, y australianas, desarrollados en India y lo estás leyendo en un PC con chips hechos en Taiwán con un monitor coreano montado por trabajadores de Bangla Desh en una fábrica de Singapur, transportados en camiones rusos conducidos por tailandeses, robados por indonesios, descargados en los muelles por jamaicanos, re-empaquetados por mexicanos, vendidos por judíos a través de una conexión paraguaya. ¡Esto es la Globalización!
No os preocupéis, dentro de 5 años la globalización desaparecerá, todo será "made in China". Entonces hablaremos de la chinalización. (Colaboración de Angels T.) (Imagen de flamolid.wordpress.com)
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[1] “New York, 3 de junio de 1890. Amigo mío: ¿Cómo empezaré a decirle el cariño, la agitación, la reverencia, el júbilo, con que leí de una vez, por sobre todo lo que tenía entonces entre manos, sus “Episodios de la Revolución de Cuba”? Fragmento de una carta del Apóstol de la independencia de Cuba, José Martí Pérez, dirigida al escritor y periodista cubano Manuel de la Cruz. “Ninguna página puede preceder con más justicia al libro cubanísimo de los episodios... que esta fervorosa y apasionada del escritor egregio y fundador de la nacionalidad cubana”. Editorial “Saturnino Calleja” Madrid.
[2] paramento: 2. m. Sobrecubiertas o mantillas del caballo.
[3] abencerraje: 1. com. Individuo de una familia del reino musulmán granadino del siglo XV... En este caso, tipo y forma de la barba similar.
[4] solar: 1. (De suelo).1. m. Casa, descendencia, linaje noble. Su padre venía del solar de Vegas.
[5] véspero: 1. m. El planeta Venus como lucero de la tarde.
[6] guerrillas: en la guerra en Cuba, fuerzas irregulares, formadas por cubanos, desertores, bandidos y asaltantes que cometieron innumerables tropelías.
[7] manigua. (Voz taína). 1. f. Abundancia desordenada de algo, confusión, cuestión intrincada. 2. f. Antiguo. Conjunto espeso de hierbas y arbustos tropicales. 3. f. Coloquial. Bosque tropical pantanoso e impenetrable.
[8] ordenanza: 3. Mandato, disposición y voluntad de una persona: estoy a su entera ordenanza. [10] Henry M. Reeve: (1850-1876) Joven estadounidense que a los diecinueve años dejó Brooklyn, EE.UU., para convertirse, a fuerza de coraje y entrega a la causa emancipadora cubana, en general de brigada del Ejército Libertador. Conocido en Camagüey por el sobrenombre de Enrique el americano, pero en el resto de Cuba, tanto cubanos como españoles, lo conocieron como El inglesito. Se le adjudica haber participado en unas 400 acciones combativas, de las que en 10 resultó herido y se le reconoce haber participado en el rescate del General de Brigada Julio Sanguily. ecured.cu Perdió una pierna cercenada por una bala de cañón en 1873, aunque siguió combatiendo hasta su muerte. Recomendamos la lectura de la biografía de este hombre extraordinario, de quien el severo, austero y exigente general Máximo Gómez escribió: “Reeve es de un carácter puramente militar, une a un valor probado, una rectitud y seriedad poco comunes en su modo de mando. De ahí que sus soldados a la vez de un respeto profundo le quieren como un padre”. [11] toque de botasillas: 1. f. Mil. En los cuerpos de caballería, toque de clarín para ordenar a los soldados que ensillen los caballos [12] ayees: Repetir ayes en manifestación de algún sentimiento, pena o dolor. Verbo: ayear. [13] maniota: 1. f. Cuerda o cadena con que se atan las manos de un animal. (Decisión de no rendirse ni retirarse en momentos heroicos) [14] augural: 2. m. Presagio o señal de cosa futura.
7 Soldado que está a las órdenes de un oficial o de un jefe. Gran Diccionario de la Lengua Española © Spes Editorial 2003
[9] aura: 2. (De origen americano). 1. f. Ave rapaz diurna americana, que se alimenta de carroña, de 70 cm de longitud y hasta 180 cm de envergadura, con cabeza, desprovista de plumas, de color rojizo, y plumaje negro con la parte ventral de las alas de color gris plateado.