Autora: Ana María Manceda escritora de San Martín de los Andes. Neuquen, Patagonia Argentina. Estudió Ecología en la Universidad Nacional de La Plata. Hace treinta y seis años vive en la Patagonia. Para ampliar biografía, ver: ar.linkedin.com
“Como todas las mañanas, Nacho llegó a la Veterinaria. A las nueve de la mañana arribaría su ayudante y comenzaría con la limpieza y la atención de los animales; agua y comida para los canarios, maíz para los gallos, verduras para los hámsteres. Lo primero que hacía es prender la radio, pasaban buena música y noticias locales y nacionales.
Desde que se pudo sintonizar emisoras argentinas en estos lados de la Patagonia, se había hecho adicto a la radio. El tiempo se presentaba bueno, excelente auspicio de trabajo.
Otoño, el cerro Curruhuinca, con el colorido de su bosque era una fiesta para la vista. Esos días se vivían intensamente, pronto llegaría la temporada de lluvias y nevadas. Una Ford vieja, pero orgullosa y bien cargada, se detuvo frente al local de la Veterinaria. De ella bajó un hombretón de cara amistosa y dispuesto a la charla coloquial.
-¡Qué tal doctor!- ¡Cómo anda Don Zacarías!
- Y aquí andamos, bajando al pueblo, preparándonos para el invierno, va a ser un año muy nevador.
-¿Usted cree?
-Sí, ya he visto bajar pumas al campo, cuando los animales salvajes bajan temprano, seguro el invierno es nevador.
En esos momentos entra Carlitos, el canillita del barrio, comiendo unas facturas. Deja el diario y se dirige hacia donde se encontraban los hámsteres.
- Doctor, a la tarde vengo a buscar el que me regaló, así hago crías con la hembra, después se las vendo. Se ríe ante el negocio que propone.
- O.K. Carlitos, vení nomás.
Cuando se fueron Don Zacarías y Carlitos, el veterinario preparó el mate y se acercó a su escritorio; en el desorden natural de sus papeles encontraba lo que necesitaba. Luego de anotar un pedido tomó el diario y se dispuso a leer los títulos, en grandes letras se destacaba parte de un discurso del presidente argentino en el que destacaba la entrada triunfal del país al nuevo orden mundial, la pronta entrada al primer mundo y el despegue económico. Sonrió
- ¡Éstos políticos! Se montan en la cresta de la ola, total después nos estrellamos todos, pensó.
Cuando estaba por leer el artículo sonó el teléfono. Una voz femenina, precisa le recordó de su visita a “La Estancia”, bueno, el diario sería leído después. Tenía que preparar los medicamentos y todo lo necesario para la desratización de los galpones (barracón o cobertizo que sirve de almacén) y alrededores de la casa. Pensó en la yegua, estaba mejorando, pero seguía con cólicos, aunque más distanciados.
También tendría que desparasitar a los perros y supervisar el yeso de la pata del jabalí. Llegó Nelson, su ayudante, lo ayudó en los preparativos. Una vez organizados y delegando la atención comercial de la Veterinaria al joven, partió pasada las diez de la mañana con la Break (camioneta) atiborrada de elementos para su trabajo.
Entrando en la ruta comenzó a bordear el lago Lácar. Su belleza es imponente, posee la geografía de un fiordo pero de agua dulce. En él se reflejan los verdes-azules de los bosques que cubren los cerros, formando voluptuosas curvas en su superficie, demostrando la forma plegada de los mismos.
Siguió a media marcha el ascenso de la ruta, un saludo amistoso a un paisano mapuche (nativo) que se dirige caminando hacia el pueblo, al lado de su catango (carretón) tirado por dos bueyes. Sobre el pescante iban sentados dos niños cuyas miradas serias y distantes observaban el paso del coche. Foto: vidayestilo.com.mx
A lo lejos, donde el lago sigue su rumbo hacia el Océano Pacífico, se ven como pintadas las montañas limítrofes. Como todos los pobladores que aman ese lugar, Nacho siente el peso de esa belleza, si bien está protegida dentro del Parque Nacional Lanín, sabe del peligro que corre ese lugar intangible.
Por su mente cruzan como slogans; “Canje verde por verde”, “Eutroficación” “Tala indiscriminada” “Incendios forestales”… pero bueno, disfrutaría este día de otoño, buena música por la radio y un día de trabajo en el campo. Cerca del mediodía llegó a “La Estancia”. Paró en la casa del puestero, los perros se acercaron a recibirlo, menos uno que se escondía, seguramente recordaba la última inyección que lo curó del moquillo.
Don Raúl salió sonriente y respetuoso ante el arribo del Doctor. Luego del saludo entraron a la casa, típica de la zona, base de piedra, resto de madera y techo a dos aguas. En el interior la cocina a leña irradiaba un parejo calor, tan necesario ya que a pesar del sol la temperatura no pasaba de los 5°C. (=41ºF)
Tomaron unos mates acompañados por unas buenas tortas recién fritas en grasa, calientes, hinchadas por la acción de la levadura. Luego de una amena conversación sobre asuntos del tiempo y comentarios sobre familias del pueblo se despidieron. La Break (camioneta) entró por el sendero que llevaba a la casa.
El suelo era alfombra crujiente de hojas doradas. A los costados; cipreses, maitenes, robles pellines, ñires y las ondulantes cañas colihues del sotobosque. Se acercó a la casa principal, bajó del coche. A través de los vidrios de grandes ventanas se observaba una galería con sillones cubiertos de pieles, trofeos de caza de la zona y de otras regiones del mundo, sobre las paredes. Foto: langosturadigital.com.ar
El rechazo de Nacho, siempre que miraba esas imágenes, era instintivo; algo oscuro, siniestro, envolvía a ese ambiente. El saludo de Don Sepúlveda lo devolvió a la mañana luminosa. La atmósfera era transparente, fría, vital. Realizaron sus tareas, siempre era agradable trabajar con ese hombre cordillerano y chileno.
Cuando llegaron a uno de los corrales, Don Sepúlveda señaló a dos ciervos y dos jabalíes bien gordos, estaban listos para carnearlos. Se harían facturas (bollos o bizcochos); chorizos, lomitos, salames y demás tipos de embutidos. El patrón de “La Estancia” llegaría en las próximas semanas desde Alemania, donde residía. Iba a recibir visitas especiales; al embajador de EE.UU. y a una comitiva del Gobierno Argentino.
Acordaron que Don Sepúlveda le acercaría al pueblo las muestras de los animales para hacerles los análisis correspondientes antes de elaborar las facturas y demás tipos de embutidos. Al atardecer terminaron con toda la tarea. De regreso al pueblo, el paisaje, con la ruta en bajada se veía desde otra perspectiva, una lancha cruzaba el lago, en dirección hacia Quila-Quina, una isla de las cercanías del pueblo. Desde lo alto de la ruta se veía como un barquito de papel.
En cerros más bajos se destacaban las “rucas”, casa de los indígenas (nativos), con sus típicos corrales. Algunas nubes oscuras se venían acercando desde el Pacífico, presagiando mal tiempo. A los tres días del trabajo en la “La Estancia” llegó Don Sepúlveda a la Veterinaria, traía las muestras de los animales carneados para realizar los análisis.
Querían convidar a las visitas con esas delicias regionales. Mate por medio, la charla brotaba espontánea y fluida. El Doctor se puso a preparar las muestras en los portaobjetos, mientras Nelson y Don Sepúlveda charlaban y le pasaban unos mates. Abrió la pesada tapa del triquinoscopio[1], quedando al descubierto una amplia pantalla, apagó la luz.
Ubicado uno de los portaobjetos, el profesional comenzó el ajuste. Apareció en la pantalla la imagen de los músculos, busco precisión. Al instante se observaron pequeñas espirales. Silencio. Siguió la búsqueda, más precisión. Aparecieron más espirales. ¡Había triquinosis! Se hicieron más análisis y todos con el mismo resultado. Eso era grave, se debía sacrificar el lote de animales, quemarlos. Don Sepúlveda estaba pálido.
Decidieron que de inmediato viajaría a “La Estancia” para dar la mala noticia. Al otro día iría el veterinario para presentar el informe al administrador. En esos días comenzó a nevar pero la nieve duraba poco, aún faltaba frío para que quedara en los suelos, los cerros sí estaban cubiertos.
El sol volvió a salir, última resistencia heroica ante la inevitable llegada del mal tiempo. Nacho viajó al campo a presentar su informe. Fue áspero el asunto, discutieron con el administrador, éste se negaba a quemar los animales sacrificados con triquinosis. Era la única manera de evitar que se propagara la enfermedad. El veterinario expuso el peligro de la ingesta de las facturas, ya que se consumían crudas.
El administrador lo amenazó de prescindir de sus servicios si el profesional insistía en denunciar el caso antes las autoridades de Sanidad animal. De regreso al pueblo, doblando el camino, se encontró con una comitiva, ¿Habría llegado el “Patrón”? La mente nublada por la indignación no veía el colorido paisaje, ni respondió como siempre lo hacía a los saludos corteses de los vecinos. Al llegar fue directo al teléfono y marcó el número de Sanidad Animal.
Una voz conocida lo saludó. Mientras denunciaba el caso, prometiendo la documentación, con la tranquila convicción que guiaba todos los actos de su vida, observó el viejo diario que quedó sobre el escritorio donde se destacaba en grandes títulos “ARGENTINA EN EL NUEVO ORDEN MUNDIAL”.
Al cortar la charla telefónica se puso a leer el artículo abandonado, sintió asco, para sostener esa filosofía iban a tener que “negociar” la patria”. Faltaban cinco años para entrar al nuevo siglo. Fuente: Cuentos de la Patagonia, encuentros.com
[1] Microscopio especial para detectar la triquinosis. Proyecta la imagen del parasito en una pantalla.
LAS RECETAS DE LA ABUELA.
“La cocina patagónica de hoy se basa en el cordero y la trucha y, en segunda línea, en el ciervo y el jabalí. También en los frutos rojos y los hongos”, afirma Morsella. (Chef de la Patagonia)
El especialista agrega: “La patagónica es una cocina regional que pone en valor los productos que se han desarrollado en la zona, los recursos naturales —que en su mayoría no son autóctonos—, aplicando nuevas técnicas de cocina y presentación. Antes, el ciervo y el jabalí sólo se comían en escabeche, ahumados o a la cazadora; el cordero, al asador; y la trucha, a la manteca negra. Hoy, al cordero se lo sirve en platos gourmet, con costillas incluidas; el ciervo se ofrece grillado para aprovechar su punto; con la trucha se hacen carpaccios [1] o ceviche”.
(…) “Trabajar la Trucha con cortes anchos, lomos grandes, de truchas de no menos de un kilo. Si no se consiguen, la opción es la trucha mariposa, que es la que tiene cabeza y cola y que pesa 350 g=1/4 kg. Es pequeña para la parrilla y como no se le puede dar la vuelta, habrá que cocinarla en un papillote, (papel de horno) porque la piel se rompe. Llevar a horno fuerte, de 6 a 8 minutos. ¿Consejo? Acompañar los pescados con productos de pulpa, por si se nos queda alguna espina. Y también con un sauvignon blanc patagónico o un chardonnay sin roble”. Fuente: ar.seleccioner.com
Trucha con vegetales y hongos.
Ingredientes:
4 truchas de 330 g = ¾ lb cada una.
50 g = ⅛ lb de hongos
1 taza de vino blanco.
50 g = ⅛ lb de aceite
2 zucchinis = calabacines.
2 zanahorias.
2 pimientos verde-rojo.
500 g = ½ kg = 1 lb de brócoli.
4 limones.
½ taza de aceite de oliva.
Procedimiento:
1.-Limpiar la trucha. Despojarla de cabeza y cola extrayendo dos filetes de cada una; retirarle las espinas flotantes y de aletas y la grasa de panza.
2.-En una placa de horno antiadherente, colocar los filetes con la piel hacia abajo, rociar jugo de limón y salpimentar. Llevar a horno 180ºC = 350ºF durante cinco minutos.
3.-Remojar los hongos secos en el vino blanco durante media hora. Escurrir, filetear y reservar.
4.-Pelar y cortar los vegetales en juliana, blanquear en abundante agua con sal, comenzando por los más duros —como la zanahoria— y terminando por los más blandos como el zucchini—. Enfriar en agua con hielo. Escurrir 2 minutos. Condimentar a gusto (se puede utilizar curry, romero fresco o jengibre rallado).
5.-En un wok (olla china con asa) precalentar el aceite de oliva; agregar los hongos y los vegetales para saltear rápidamente y servir. Fuente: Receta modificada de:
[1] carpaccios: láminas de pescado o carnes crudos. ar.seleccioner.com; foto es.123rf.com
DEL HOGAR Y ALGO MÁS…
1. Una bala que persigue a los delincuentes. BBC Aunque parezca un elemento salido de una película, ya se usa en la vida real: una bala con un sistema de posicionamiento global (GPS, por sus siglas en inglés) que es capaz de localizar con exactitud el auto de un sospechoso.
El dispositivo se llama StarChase y está diseñado para que las persecuciones que la policía realiza a alta velocidad sean más seguras y no pongan en riesgo la vida de quienes están conduciendo en la zona. Por el momento, ya las está empleando la policía en cuatro estados de EE.UU.: Iowa, Florida, Arizona y Colorado. Clic Vea cómo funciona
2. Sol de invierno por primera vez. BBC Colocarlos costó US$850 mil. La localidad noruega de Rjukan está en un profundo valle por lo que sus 3.500 habitantes se pasaban los seis meses del invierno a la sombra de la montaña y sin ver un rayo de sol. Pero este año, por primera vez los vecinos han podido ver el sol invernal gracias a tres espejos gigantes colocados en la montaña aledaña. Los espejos tienen una superficie de 17 metros cuadrados cada uno y están colocados en una montaña a 400 metros de altura con respecto del centro de la localidad. Y como no podía ser de otra manera, los recibieron con una fiesta. Clic Sepa más de la iniciativa
POESÍA.
Javier del Granado: poeta, nació en Cochabamba Bolivia en 1913 y falleció en esa ciudad en 1996. Fue laureado en muchos certámenes nacionales e internacionales. Fue Miembro de Número de la Academia Boliviana de la Lengua. Fuente histórica y poesía de los-poetas.com. Foto: traeknature.com
LA VICUÑA
Esbelta y ágil la gentil vicuña
rauda atraviesa por la hirsuta loma,
y en su nervioso remo de paloma,
las graníticas rocas apezuña.
El sol de gemas, en su disco acuña,
la testa erguida que al abismo asoma,
y en sus pupilas de obsidiana doma
la catarata que el alfanje empuña.
Su grácil cuello como un signo alarga,
interrogando ansiosa a la llanura,
y envuelta en el fragor de una descarga,
huye veloz por el abrupto monte
y se pierde rumiando su amargura,
como un dardo a través del horizonte.
PARA REFRESCAR.
1. Conducción Súper temeraria: vídeos realizados desde vehículos que muestran la altísima peligrosidad de conducir en Rusia. ¡Espeluznante! No hay cuerpos destrozados, pero las imágenes son de espanto. Es para no salir a la calle. Colaboración de Luis Z., Aranjuez, C. Madrid, España.
http://www.youtube.com/embed/5RAaW_1FzYg
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