Es posible que el poder real que César anhelaba no fuese el de los antiguos reyes romanos, sino el de un Alejandro, rey de reyes y señor del mundo. Y, de hecho tendían a ofrecerle los honores divinos que los orientales tributaban a la dignidad regia.
De todas formas, la idea monárquica flotaba en el ambiente. La amargura aumentó más aun cuando la bella reina de Egipto fue a Roma y estableció su corte en una de las quintas de César. Después que el dictador* reconoció oficialmente al hijo de Cleopatra, se murmuró que César quería casarse con la reina, que trataba de arrastrarle a Egipto. Allí sería proclamado rey y haría de Alejandría la capital del imperio romano, y Roma solo sería una sencilla capital de provincia. (*El dictador era elegido para un período determinado en épocas de crisis. No tiene la connotación actual que corresponde al tirano.)
Muchas cabezas alocadas planearon la muerte de César. Unos sesenta hombres se conjuraron contra él, entre ellos algunos antiguos amigos. El genio malo de la conjuración era Casio, hombre rencoroso, también Marco Junio Bruto, joven fanático que se vanagloriaba de tener por antepasado a Junio Bruto, el que libró a Roma de su primer tirano. Bruto era un hombre rudo, insensible, acreedor despiadado y usurero sin entrañas que exigía intereses del 48% a los provincianos. (Los que vivían en provincias de la República o el Imperio romano.)
Casio y Bruto habían luchado contra César en Farsalia, pero se reconciliaron luego con su vencedor, que se mostró benévolo. César fue un auténtico padre para Bruto (se murmuraba que realmente era su padre) pero el obstinado joven se propuso imitar a su célebre homónimo y a su suegro Catón.
Los conjurados resolvieron actuar durante la sesión del Senado en los Idus de Marzo (15 de marzo del 44 a.n.e.), aquel día o nunca, pues esta reunión era la última antes de salir el dictador para una gran expedición contra los partos, entonces los peores enemigos de Roma.
Pero César había de sucumbir durante los Idus de Marzo. Un adivino había prevenido a César que desconfiara de este día. Pero César no se dejó impresionar. Se dirigió pues a aquella Curia, creada por Pompeyo, en el camino un orador griego se abrió paso entre la multitud y tendió un papel dónde constaban todos los planes de la conjuración, “lee esto inmediatamente”, dijo el hombre. Quizás los apretones de la multitud impidieron a César leerlo, quizás no concedió mayor importancia a este último aviso del Destino, lo cierto es que César entró en la Curia sin haber leído el papel que guardaba en la mano. Junto a la entrada encontró al adivino que le había prevenido, César le dijo bromeando “¡qué!, ¿han llegado ya los Idus de Marzo?” “Si César, pero no han acabado todavía”, respondió el adivino.
César penetró en la Curia y tomó asiento en el sitial dorado, insignia de su cargo junto a la estatua de Pompeyo que el populacho quitara de allí y él mandó restituir en testimonio de respeto hacia el enemigo difunto. Apenas se hubo sentado, César fue rodeado por los conjurados que ocultaban puñales bajo la toga. Uno de ellos le presentó una solicitud y asió el borde de su toga, como los peticionarios solían hacer, era la señal convenida. Uno de los asesinos, un tal Casca dio el primer golpe en la espalda. Se cubrió la cabeza con la toga y se desplomó, había recibido veintitrés puñaladas. Aterrorizados, llenos de pánico los senadores huyeron alocadamente, Bruto había preparado un elocuente discurso pero cuando intentó hablar no le escuchó nadie, ni en la Curia, ni en el Foro.
Los asesinos de César estaban convencidos de que la antigua administración republicana se restablecería por sí misma a la muerte del dictador. Pero el puñal de Casca no era el remedio ideal para salvar a la República moribunda.
Después del asesinato Bruto exhortó a los ciudadanos a recuperar sus derechos, nadie le respondió, ya no había ciudadanos. Los conjurados no comprendían que el tiempo de la República ya había pasado, que podía derribarse a un monarca, pero no la idea de monarquía. El cuerpo de César debía ser normalmente incinerado en el Campo de Marte, pero el pueblo exigió que los despojos de su bienhechor permanecieran en la ciudad, no pudo impedirse que la multitud encendiera una hoguera en el mismo Foro. Apenas prendió, la multitud tomó antorchas y corrió a prender fuego a las casas de Bruto, Casio y otros libertadores, pero los asesinos se habían puesto ya a salvo.
La situación degeneró en una guerra civil que llevó a la conformación del Segundo Triunvirato (Marco Antonio, Lépido y Octavio) cuyos miembros se dividieron los territorios romanos. Luego de vencer a Lépido, Octavio selló una alianza con Marco Antonio quién se casó con su hermana (Octavia). Ya en Egipto, Marco Antonio repudió a su esposa e inició una campaña contra los partos con el apoyo de Cleopatra la que culminó en un desastre militar para los romanos. Octavio que había sido instituido por Julio César como su heredero e hijo adoptivo en su testamento y que había ya adoptado el nombre de Cayo César, persuadió al Senado para declarar la guerra a la reina Cleopatra y a Marco Antonio.
Todo ello culminó en el año 31 a.n.e. con la victoria de Octavio en la batalla naval de Accio (en la costa occidental de Grecia, gracias al genio militar de Marco Agripa) sobre la flota combinada de Marco Antonio y Cleopatra, para luego del suicidio de ambos convertir a Egipto en una provincia romana y ser proclamado Augusto (venerable, majestuoso) dando así comienzo al imperio romano, a un régimen conocido como el principado republicano y a un período de esplendor denominado el Alto Imperio y la Pax Romana. Luego de Augusto todos sus sucesores utilizarían el nombre de César como título distintivo de su dignidad imperial. Fuente: www.monografías.com
LAS RECETAS DE LA ABUELA.
Desayuno, comida, merienda, cena… los romanos lo hacían casi igual que nosotros. O, más bien somos nosotros los que lo hacemos como ellos. Al igual que ocurre hoy, en la gastronomía romana había platos más frugales y creaciones sofisticadas, que simbolizaban el poder de aquellos que las podían degustar.
En el antiguo Imperio Romano también existían grandes “fábricas alimentarias”, como las célebres y apreciadas factorías de salazón del sur de Hispania. La comida rápida no es un invento moderno: los habitantes de Roma y de muchas otras ciudades frecuentaban las thermopolii y cauponae, donde compraban comida para llevar o para “picar” entre horas.
Las costumbres en la mesa eran ligeramente diferentes de las actuales pero los ingredientes principales del recetario romano son los que encontramos hoy en día en cualquier mercado: cereales, legumbres, frutas, especias, leche, huevos y vino (por citar algunos).
El gran alcance temporal y geográfico del mundo romano también tiene repercusiones en la gastronomía: no todo el mundo comía igual. Los grandes banquetes contrastaban con las “gachas” de los más pobres, la influencia de la cocina griega era muy importante y, con la expansión del Imperio, la gastronomía “romana” adquiría ingredientes, recetas y hábitos culinarios propios de provincias lejanas.
Poco después de levantarse, los romanos tomaban el ientaculum, que equivaldría a nuestro desayuno. Pan con sal, leche y fruta eran los alimentos principales. Tampoco podían faltar huevos, miel, queso y aceitunas.
El vino presidía casi todas las comidas del día, pero no era como el que bebemos hoy: normalmente se mezclaba con agua para rebajar su grado (la fermentación poco controlada daba como resultado vinos muy fuertes) y había mil y una formas de consumirlo: untado con pan, caliente, con miel, aromático, de rosas…
Avanzado el día, era la hora de detenerse para hacer el prandium. Si lo comparamos con nuestros días, el prandium era una comida de tipo “continental”: es decir, se comía bien y en pocas cantidades. De hecho, muchas veces se consumían los restos de la cena de la noche anterior, que era la principal y más abundante comida del día.
Los privilegiados comían en la intimidad de su casa, mientras que los trabajadores, los viajeros y la gente más humilde lo hacían de pie en la calle (donde transcurría buena parte de la vida romana) o en las numerosas cauponae de las ciudades.
Pero sin duda la cena era el “banquete” por excelencia del día. Se hacía en casa, en familia y, además de los alimentos, el ingrediente principal de la velada era una buena conversación.
La base de la alimentación era el trigo. Si bien es cierto que en las mesas privilegiadas se podían encontrar platos tan exóticos como lenguas de flamenco rosa, loros (considerados una auténtica delicattessen), ostras, mejillones, tordos, conejos (importados de Hispania), lo cierto es que la dieta de la gran mayoría de los romanos era bastante frugal.
En los tiempos más difíciles la gente se alimentaba a base de puls, una papilla hecha con trigo, como ocurre hoy con los “platos de pobre”, para algunos la receta se enriqueció hasta convertirse en el puls Iuliano, donde ya se degustaban ostras, sesos y vino especiado.
Aunque lejos de los caprichos y las excentricidades de los privilegiados, en la cena del romano medio no podían faltar pan, vino, aceitunas, frutas, verduras y especias como la pimienta y el cilantro. La leche (de cabra y oveja), el queso y la miel también eran esenciales para la dieta y la carne y el pescado eran comidas ocasionales (no para los más ricos).
La carne más abundante era la de cerdo, pero también era muy apreciada la de jabalí, conejo, buey y cordero. Los pobres tenían que conformarse con la de burro.
He aquí un interesante plato del Recetario de cocina Romana antigua que hasta nuestros días se come en España.
Cochinillo asado romano.
Preparar el cochinillo para asar al horno con bastante aceite de oliva y mucha pimienta. Cuando esté, preparar una salsa con la siguiente mezcla: vino hervido, caldo, cebolla y ajo picados y se lo desea, otras especies. Hervir y reducir, después verter la salsa sobre el cochinillo junto con unas yemas de huevo cocido.
Fuente: decoquinaria.sagunt.blogspot.com.es.
Foto: es.wikipedia.org
DEL HOGAR Y ALGO MÁS…
Cereza, también conocida como guinda, es el nombre del fruto de varios árboles del género Prunus, aunque comercialmente se aproveche un número limitado de especies. Al árbol se le conoce como cerezo o guindo. Si bien todos las cerezos son del género Prunus, a éste pertenecen especies que no lo son, como el ciruelo, el almendro, el albaricoquero o damasco y el melocotonero o duraznero. La Cereza es una fruta rica en vitaminas A, B, C, E, K y PP* (B3), en hierro, calcio, magnesio, potasio y azufre. Foto: www.cosasdesalud.es.
En España se distingue como guinda al fruto del Prunus cerasus y como cereza al de Prunus avium, siendo en América más común la denominación cereza ácida, para el primero y cereza dulce, para el segundo. No hay que confundir con otras especies denominadas vulgarmente como guindo…
Hasta el siglo I a.n.e. el cultivo de la cereza se limitaba a la zona comprendida entre el mar Negro y el mar Caspio. Tras la conquista de la colonia griega de Kerasus (actual Giresun) por los romanos en el año 67 a.n.e., el general Lucio Licinio Lúculo llevó 74 ejemplares a la ciudad de Roma en donde comenzó su expansión llevada por las migraciones humanas. Kerasos fue renombrada tras su conquista a Kerasun y luego a Cerasus, en tiempos del imperio. De allí el nombre que recibiría en latín, de donde proviene el español cereza. *http://www.nlm.nih.gov/medlineplus/spanish/druginfo/natural/924.html .
Principios activos: contiene sales potásicas, trazas de polifenoles: taninos catéquicos. Flavonoides.4
Es utilizado como diurético, astringente, expectorante. Indicada para estados en los que se requiera un aumento de la diuresis: afecciones genitourinarias (cistitis, ureteritis, uretritis, pielonefritis, oliguria, urolitiasis), hiperazotemia, hiperuricemia, gota, hipertensión arterial, edemas, sobrepeso acompañado de retención de líquidos. Su uso como diurético en presencia de hipertensión, cardiopatías o insuficiencia renal moderada o grave, sólo debe hacerse por prescripción y bajo control médico, ante el peligro que puede suponer el aporte (¿?) incontrolado de líquidos, la posibilidad de que se produzca una descompensación tensional o, si la eliminación de potasio es considerable, una potenciación del efecto de los cardiotónicos.4
Se usan los pedúnculos de los frutos. Decocción: 10%, hervir 10 minutos. Tomar medio litro al día. Si los pedúnculos son frescos, macerar previamente durante 12 horas4. Fuente: es.wikipedia.org
Por todos los beneficios que nuestro cuerpo puede recibir de las cerezas, recomendamos comerlas siempre que podamos, pero con el cuidado recomendado en negritas: su exceso puede ocasionar una baja tensional.
POESÍA.
Edelmira Agustini: (Montevideo, 1886 – ΐ 1914) fue una poeta y activista feminista uruguaya. Recomendamos leer su biografía en los.poetas.com. He aquí su hermosa poesía para ustedes desdeelalma.net
La Copa del Amor
PARA REFRESCAR.
1. Una visita aérea a Los Ángeles., California, USA. Colaboración de Marcia M., Paraná, Brasil.
http://www.airpano.com/360Degree-VirtualTour.php?3D=Los-Angeles-California-USA
2. ¡Una joya! Para reír un rato largo, muy largo. Cuarenta y cinco vídeos de los Hermanos Marx.
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