Lo que va de ayer a hoy: lea este cuento de Hans Christian Andersen y comprobará que algunas cosas no han cambiado en 200 años. El autor nació en Dinamarca, en 1805; fue un escritor y poeta danés famoso por sus cuentos para niños que continuaron apareciendo hasta 1872, cuando sus últimas historias fueron publicadas en Navidad. Durante la primavera de ese año, Andersen sufrió una caída, lo que le produjo heridas graves y el 4 de agosto de 1875 murió en la casa llamada Rolighed, cerca de Copenhague. Los que deseen ampliar su biografía, pueden leer la publicada en mangoconarrozdos, número 22. Fuente: es.wikipedia.org
¡Era tan cariñoso, listo y bueno, el bisabuelo! Nosotros sólo veíamos por sus ojos. En realidad, por lo que puedo recordar, lo llamábamos abuelo; pero cuando entró a formar parte de la familia el hijito de mi hermano Federico, él ascendió a la categoría de bisabuelo; más alto no podía llegar. Nos quería mucho a todos, aunque no parecía estar muy de acuerdo con nuestra época.
-¡Los viejos tiempos eran los buenos! -decía-; sensatos y sólidos. Hoy todo va al galope, todo está revuelto. La juventud lleva la voz cantante, y hasta habla de los reyes como si fuesen sus iguales. El primero que llega puede mojar sus trapos en agua sucia y escurrirlos sobre la cabeza de un hombre honorable.
Cuando soltaba uno de estos discursos, el bisabuelo se ponía rojo como un pavo; pero al cabo de un momento reaparecía su afable sonrisa, y entonces decía:
-¡Bueno, tal vez me equivoque! Soy de los tiempos antiguos y no consigo acomodarme a los nuevos. ¡Dios quiera encauzarlos y guiarlos!
Cuando el bisabuelo hablaba de los tiempos pasados, yo creía encontrarme en ellos. Con el pensamiento me veía en una dorada carroza con lacayos; veía las corporaciones gremiales con sus escudos, desfilando al son de las bandas y bajo las banderas, y me encontraba en los alegres salones navideños, disfrazado y jugando a prendas. Cierto que en aquella época ocurrían también muchas cosas repugnantes y horribles, como el suplicio de la rueda, y el derramamiento de sangre; pero todos aquellos horrores tenían algo de atrayente, de estimulante. Y también oía muchas cosas buenas: sobre los nobles daneses que emanciparon a los campesinos, y el príncipe heredero de Dinamarca, que abolió la trata de esclavos.
Era magnífico oír al bisabuelo hablar de todo aquello y de sus años juveniles, aunque el período mejor, el más sobresaliente y grandioso, había sido el anterior.
-¡Bárbaro, era! -exclamó mi hermano Federico-. ¡Dios sea loado! Pero ya pasó.
Y se lo dijo al bisabuelo. No estuvo bien, y, sin embargo, yo sentía gran respeto por Federico, mi hermano mayor, que habría podido ser mi padre, según decía él. Y decía también muchas cosas divertidas. De estudiante llevó siempre las mejores notas, y en el despacho de mi padre se aplicó tanto, que muy pronto pudo entrar en el negocio. Era el que tenía más trato con el bisabuelo, pero siempre discutían. No se comprendían ni llegarían nunca a comprenderse, afirmaba toda la familia; pero yo, con ser tan pequeño, no tardé en darme cuenta de que el uno no podía prescindir del otro.
El bisabuelo escuchaba con ojos brillantes cuando Federico hablaba o leía en voz alta acerca del progreso de las ciencias, de los descubrimientos de las fuerzas naturales, de todo lo notable que ocurría en nuestra época.
-Los hombres se vuelven más listos, pero no mejores -decía el bisabuelo-. Inventan armas terribles para destruirse mutuamente.
-Así las guerras son más cortas -replicaba Federico-, No hay que aguardar siete años para que venga la bendita paz. El mundo está pletórico, y a veces le conviene una sangría.
Un día Federico le contó un suceso ocurrido en una pequeña ciudad. El reloj del alcalde, es decir, el gran reloj del Ayuntamiento, señalaba las horas a la población, y, aunque no marchaba muy bien, la gente se regía por él. Llegaron al país los ferrocarriles, los cuales enlazan con los de los demás países; por eso es preciso conocer la hora exacta; de lo contrario se va rezagado. Pusieron en la estación un reloj que marchaba de acuerdo con el sol, y como el del alcalde no lo hacía, todos los ciudadanos empezaron a regirse por el reloj de la estación.
Yo me reí, pareciéndome que la historia era muy divertida; pero el bisabuelo no se río ni pizca, sino que se quedó muy serio.
-¡Tiene mucha miga lo que acaba de contar! -dijo-, y comprendo cuál es tu idea al contármelo. Hay mucha ciencia en el mecanismo de tu reloj, y me hace pensar en otro: en el sencillo reloj de Bornholm, de mis padres, tan viejo, con sus pesas de plomo. Marcó su tiempo y el de mi infancia. Cierto que no marchaba con tanta precisión, pero marchaba, lo veíamos por las agujas, creíamos lo que decían y no nos parábamos a pensar en las ruedas que tenía dentro. Así era también entonces la máquina del Estado; uno la miraba despreocupadamente, y tenía fe en la aguja. Pero hoy la máquina estatal se ha convertido en un reloj de cristal cuyo mecanismo es visible; se ven girar las ruedas, se oyen sus chirridos, y uno se asusta del eje y del volante. Yo sé cómo darán las campanadas, y ya no tengo la fe infantil. Esto es lo frágil de la época actual.
Y entonces el bisabuelo se salía de sus casillas. No podía ponerse de acuerdo con Federico, pero tampoco podían separarse, de igual manera que la época vieja y la nueva. Bien se dieron cuenta ellos dos y la familia entera, cuando Federico hubo de emprender un largo viaje a América. Aunque los viajes eran cosa corriente en la familia, aquella separación resultó bien difícil para el bisabuelo. ¡Sería tan largo aquel viaje! Todo el océano de por medio, hasta llegar al otro continente.
-Recibirás carta mía cada quince días -le dijo Federico-. Y más de prisa que las cartas te llegarán los telegramas. Los días se vuelven horas, y las horas, minutos.
Llegó un saludo por el hilo telegráfico el día en que Federico embarcó en Inglaterra. Más rápido que una carta -ni que hubiesen actuado de correo las raudas nubes- llegó un saludo de América, al desembarcar en ella Federico. Fue unas pocas horas después de haber puesto pie en tierra firme.
-Realmente, es una idea de Dios regalada a nuestro tiempo -dijo el bisabuelo-, una bendición para la Humanidad.
-Y según me dijo Federico, estas fuerzas naturales se descubrieron en nuestro país -observé.
-Sí -afirmó el bisabuelo, dándome un beso-. Sí, y yo he visto los dulces ojos infantiles que por primera vez descubrieron y comprendieron estas fuerzas de la Naturaleza; eran unos ojos infantiles como los tuyos. ¡Y he estrechado su mano! -. Y volvió a besarme.
Había transcurrido más de un mes cuando llegó una carta de Federico con la noticia de que estaba prometido con una muchacha joven y bonita, y expresaba la confianza de que toda la familia se alegraría. Enviaba su fotografía, que fue examinada a simple vista y con una lupa, pues aquello era lo bueno de los retratos, que permitían ser examinados con la lente más nítida, y entonces aún se notaba más el parecido. Esto no lo habría podido hacer ningún pintor, ni los más famosos de los tiempos pretéritos.
-¡Ah, si entonces hubiesen conocido este invento! -dijo el abuelo-. Habríamos podido ver cara a cara a los bienhechores y a los grandes hombres del mundo.
-¡Qué simpática y buena parece esta muchacha! -dijo, mirándola con la lupa-. La conoceré en cuanto entre en la habitación.
Poco faltó para que esto no ocurriera nunca; afortunadamente nos enteramos del peligro cuando ya había pasado.
Los recién casados llegaron a Inglaterra contentos y en perfecta salud, y embarcaron en un vapor con destino a Copenhague. Ya a la vista de la costa danesa -las blancas dunas de Jutlandia occidental- se levantó una tormenta, y el barco encalló en un arrecife; el embravecido mar amenazaba con destrozarlo, sin que sirviesen los botes de salvamento. Cerró la noche, pero en medio de la oscuridad voló un brillante cohete desde la costa al buque embarrancado; el cohete arrojó un cable, quedó establecida la comunicación entre los náufragos y la costa, y pronto una linda joven fue transportada en la canasta de salvamento por sobre las olas encrespadas y furiosas; y se sintió infinitamente dichosa cuando, poco después, tuvo a su lado, en tierra firme, a su joven esposo. Todos los de a bordo se salvaron antes del amanecer.
Nosotros dormíamos tranquilamente en Copenhague, sin pensar en desgracias ni peligros. Al sentarnos a la mesa para el desayuno, llegó por telégrafo la noticia del naufragio de un barco inglés en la costa occidental de la península. La angustia que experimentamos fue terrible, pero a los pocos momentos se recibió otro telegrama de los queridos viajeros, Federico y su esposa, anunciando su próxima llegada.
Todos lloraban, y yo también, y el bisabuelo, quien, doblando las manos -estoy seguro de ello-, bendijo la nueva época.
Aquel día el bisabuelo destinó doscientos escudos para el monumento a Hans Christian Örsted. Al llegar Federico con su joven esposa y enterarse de aquel gesto, dijo:
-¡Muy bien, bisabuelo! Ahora te leeré lo que Örsted escribió, hace ya muchos años, sobre los tiempos viejos y los modernos.
-¿Probablemente sería de tu opinión? -preguntó el bisabuelo.
-Puedes estar seguro -respondió Federico-, y tú también lo eres, puesto que has contribuido a su monumento. Fuente: ciudadseva.com, foto: es.123rf.com
LAS RECETAS DE LA ABUELA.
La olla podrida es un guiso de la cocina española y conocido desde la cocina medieval. Se consume preferentemente en los meses de invierno o con mal tiempo. Se puede considerar como de la familia de los cocidos.
Actualmente es el plato más representativo de la cocina burgalesa. En especial de Burgos capital y los pueblos de su alrededor.
Suele admitirse que el nombre procede de olla poderida: “poderida” en el sentido de olla de los poderosos, o bien refiriéndose a los ingredientes poderosos que lleva o porque sólo los pudientes podían acercarse a este plato, cuando el pueblo debía conformarse con hierbas del campo y verduras. La “e” habría desaparecido por procesos de evolución de la lengua, quedando la palabra como “podrida”, confundiéndose con el tiempo con la acepción de pudrir.1
Sin embargo, también es posible que la palabra "podrida" se haya usado siempre en su sentido habitual de pudrir, con intención irónica. Citando a Covarrubias, “[...] en cuanto se cuece muy despacio, que casi lo que tiene dentro viene a deshacerse, y quedar como la fruta que se madura demasiado.2”
Hay autores que denominan a este cocido la comunión de las carnes, las hortalizas y legumbres.3 El escritor del Siglo de Oro Calderón de la Barca describe la olla podrida como la “princesa de los cocidos”, siendo el más emblemático de la época.
En el siglo XIX la palabra adquirió (también en Francia) la acepción de “composición musical formada de fragmentos o temas de obras diversas”. Y fue precisamente con esa acepción musical como Francia devolvió a España la olla podrida ya afrancesada, con la palabra popurrí. Se dice “la orquesta interpretó un popurrí de...” porque suena mejor que decir que “interpretó una olla podrida de...”. Tal es el uso más frecuente de popurrí[1], que sin embargo puede emplearse para aludir a cualquier mezcla de cosas diversas, significado que de hecho es su primera acepción en el Diccionario de la Real Academia Española.
En el Quijote, Cervantes pone en boca del escudero Sancho estas palabras: “...aquel platonazo que está más adelante vahando me parece que es olla podrida, que por la diversidad de cosas que en tales ollas podridas hay, no podré dejar de topar con alguna que me sea de gusto y provecho...”.
En México es consumida en algunas ciudades y se le han integrado elementos propios de ese país como el chile, y xoconostle (potenciadores de sabor) entre otros, en donde es servido sin añadirle nuevos elementos es en la antigua ciudad de Perote.[cita requerida] (municipio mexicano). Fuente: es.wikipedia.com
Ingredientes: (para 4 personas).
300 gr. de judías rojas.
Una manita o pie de cerdo con piel.
Un trozo de tocino.
Dos chorizos.
Una morcilla de Burgos (si se puede).
Sal y agua al gusto.
Harina para espesar si se desea.
Para la tortilla:
2 huevos, perejil, ajo, pan rallado, un poco de aceite de oliva, sal y pimentón.
Preparación:
1.-Remojadas las alubias (frijoles) de la noche anterior, se cambia el agua y se ponen todos los ingredientes (menos el relleno y la morcilla) a cocer una hora y media a fuego lento.
2.-A continuación, se retiran la piel (de la manita de cerdo) y los chorizos.
3.-Aparte, una vez batidos los huevos, se les agrega el perejil y el ajo picado, pan rallado y los chorizos (muy picados).
4.-Se hace una tortilla en una sartén que se cortará en trozos. A continuación se fríe la morcilla a rodajas (se suele rebozar ligeramente en harina para que no salpique).
5.-Por último para espesar el caldo de las judías, se calienta el aceite y se fríe la harina, esto es opcional.
6.-Una vez fuera del fuego, se añade el pimentón, remueve y echa sobre las judías y se unen junto a los trozos de la tortilla. Receta modificada de: euroresidentes.com; Foto: larecomendadora.com
EL HOGAR Y ALGO MÁS:
La almendra es el fruto del almendro. Posee una película de color canela que la envuelve, además de una cáscara exterior que es comestible, cuando tiene un color rosado amarillento, y es de sabor dulce y que representa un peso importante de la almendra, por la cual la parte comestible de este fruto se reduce a un 40%.2
En la repostería española, la almendra es muy utilizada como ingrediente en la elaboración de postres tradicionales, como los turrones, los mazapanes y las tartas (entre las que destaca la tarta de Santiago), además de los helados y dulces, o como aperitivo.
La almendra también puede ser consumida en la horchata[2] de almendra. Está considerada entre los frutos secos, llamados así porque todos tienen una característica común: en su composición natural (sin manipulación humana) tienen menos de un 50% de agua. Son alimentos muy energéticos, ricos en grasas, proteínas, así como en oligoelementos. Según el tipo de fruto seco, también pueden aportar buenas cantidades de vitaminas (sobre todo del grupo B) o ácidos grasos omega 3 (poliinsaturados). es.wikipedia.org Foto conozcamasblog.wordpress.com
…algunas cosas que tal vez no conocía… BBC Mundo.
1- La inactividad física es tan letal como el tabaco. Una de cada 10 muertes que ocurren en el mundo es causada por un estilo de vida sedentario.
Este es el mismo impacto que tiene el tabaquismo, afirman científicos. Y está causando muertes por enfermedades cardiovasculares, diabetes y cáncer colorrectal, siendo América Latina una de las regiones más afectadas.
Clic ¿Cuántas muertes produce el sedentarismo al año?
2- A los perros les encanta roer huesos porque son híper-carnívoros. Científicos de la Universidad Nacional de Colombia descubrieron porqué a los perros les encanta morder, roer y jugar con huesos.
Sus ancestros, los cánidos -lobos, zorros, chacales- tenían el instinto de rasgar a sus presas con su mordida, cuando en un momento de su evolución (hace ocho millones de años) tuvieron que empezar a cazar en manada para alimentarse de animales mucho más grandes que ellos. Las mascotas de hoy en día no han perdido la costumbre.
POESÍA.
Olga Chams Eljach, es una poeta colombiana nacida en Barranquilla en 1921, que murió en marzo de 2009…, figuró bajo el seudónimo de Meira Delmar desde que algunas revistas cubanas publicaran sus primeros poemas. “Fue una de las más significativas poetisas del siglo XX en Colombia, considerada el nombre femenino más destacado de la poesía del país.3 Fue miembro de la Academia Colombiana de la Lengua desde 1989,4” Fuentes: los-poetas.com y es.wikipedia.org Foto: es.paflesblog.com
Instante
Ven a mirar conmigo
el final de la lluvia.
Caen las últimas gotas como
diamantes desprendidos
de la corona del invierno,
y nuevamente queda
desnudo el aire.
Pronto un rayo de sol
encenderá los verdes
del patio,
y saltarán al césped
una vez más los pájaros
Ven conmigo y fijemos el instante
-mariposa de vidrio-
en esta página
PARA REFRESCAR.
1.- Lifting:
Una francesa se hace estirar todo: la nariz, la piel de la cara, etc.,... Finalmente, el cirujano le pregunta:
¿Desea la señora algo más?
Si. Quisiera tener los ojos más grandes y expresivos.
Nada más fácil, señora. Enfermera: traiga la cuenta, por favor.
2.- Con el pediatra:
Una mujer lleva a un bebé recién nacido al doctor. La enfermera los hace pasar al consultorio.
Cuando el médico se presenta, examina al niño, lo mide, lo pesa y descubre que está debajo del peso normal. Pregunta si lo alimenta con biberón o con el seno materno.
Seno materno, responde la señora.
Por favor señora -dice el doctor- descúbrase los pechos.
La mujer obedece, y el médico toca, aprieta, palpa y oprime ambos pechos, en un examen detallado. Luego le indica a la señora que se cubra y le dice:
Con razón el niño pesa poco señora, usted no tiene leche.
Ya lo sé. Soy su abuela, ¡pero estoy tan contenta de haber venido!
3.- Una anciana a su odontólogo:
Vengo a que me saque los dientes...
Pero señora, si usted no tiene dientes.
Sí doctor; acabo de tragármelos.
Colaboración de Héctor F.
Si este blog ha sido de su agrado recomiéndelo a sus amigos. Gracias. Yskra y Romel.
Colaboraciones y sugerencias en el blog.
Por razones de espacio, algunos textos de las fuentes han sido resumidos. Si desea leer completo el tema, debe ir al original. Han sido preservados los datos esenciales. Salvo que se especifique lo contrario, las negritas, itálicas, y subrayados son de los editores. El sentido de (…) es indicar que se ha condensado el texto original. Los comentarios entre ( ) son del editor.
[1] popurrí. (Del francés pot,-pote, olla-, pourri, calco del español olla podrida). 1. m. Mezcolanza de cosas diversas, cajón de sastre. 2. m. Mús. Composición musical formada de fragmentos o temas de obras diversas. RAE
[2] horchata: 1. f. Bebida hecha con chufas u otros frutos, machacados, exprimidos y mezclados con agua y azúcar. RAE
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